Esta es una película llena de símbolos, de detalles. Todos ellos son visibles, se repiten para que cualquiera en el público pueda entenderlos, se remarcan. Aunque el problema más sangrante lo encontramos en el enorme bostezo que provoca. Un cine que juega a ser algo más, a ser diferente, pero que en todo momento resulta ser una obra mil veces vista sobre la angustia de la rutina de una madre. Es demasiado poco para aguantar una tediosa noche de vagar a la deriva. Demasiadas películas y mucho mejores, hemos visto sobre este tema. Varios intentos de tocar temas resultan completamente fallidos.
Carmen Machi está más que correcta en su personaje. Por otro lado, se puede decir que, dentro de lo fallida que puede ser, supone una mejora con respecto a la anterior película de Javier Rebollo, Lo que sé de Lola. Se nota una mayor soltura en la planificación y, al menos, una fotografía que si bien es algo monótona, tiene cierta personalidad.
El aspecto político de la foto de las Azores, está completamente fuera de lugar. Carece de toda importancia dentro de una película que se mueve por otros derroteros. Una cosa es jugar a sugerir, y otra es dejar los temas de lado. En cualquier caso, una película que no aporta nada, con demasiadas sugerencias evidentes y con un ritmo agotadoramente lento, en el que no hay nada reseñable y donde todo se repite hasta la saciedad, como si no nos pudiera quedar claro la primera vez.