Seguramente Tom Ford se ha volcado sobre esta película. Quiere hablar de temas importantes, de la
vida y de la muerte; pero sobre todo quiere mostrarnos el interior de ese
personaje protagonista, que seguro tiene mucho de autobiográfico. En definitiva,
busca una película rica en contenido, persigue cierta trascendencia, que
finalmente queda cubierta por un manto de esteticismo y elegancia sumamente cuidada.
Su oficio de modisto queda muy patente en la manera en que
caracteriza a sus personajes, en cómo se centra en la belleza superficial con
un interés exagerado, incluso en cómo camina el protagonista. Con un vestuario,
arte y fotografía impecables (en el sentido de belleza, no en el de eficacia
dramática), la película es un producto agradable a la vista, pero que peca de
vacuidad. Un vacío que pretende ser camuflado por la presencia de unas honrosas
intenciones de tratar temas que atormentan a la humanidad, pero las intenciones
se quedan en eso, simples intenciones.
Gran parte del fracaso en ese sentido viene de una torpe
adaptación. Ford comete el error de transportar del papel a la pantalla, tal
cual, diálogos y monólogos en off, que no se encuentran en su medio natural. Se
puede incluir una voz en off, pero no con ese regusto inequívoco a narrador de
novela. Se pueden emplear diálogos artificiosos, pero nunca con el ritmo y la
duración del papel. El director insiste en contarnos la película a través de las palabras.
La dirección es excesivamente preciosista, aunque es
atractivo su gusto por el detalle, resulta cargada, forzada, y artificial, con
la fuerza de la primera película, pero también con su descontrol. Buenos
intérpretes y una historia medianamente aceptable aunque algo trillada (las
peripecias de un suicida en el que iba a ser su último día), consiguen que el
film funcione moderadamente. Colin Firth,
efectivamente, desarrolla una interpretación con matices, y con mucha clase.
Cada día demuestra un poco más su potencial. Julianne Moore, en su papel, no tiene dificultades para construir
esa mujer atrevida e inestable. Incluso Jon
Kortajarena da la talla, con su pequeña aparición de chico James Dean.
Una mirada demasiado superficial, bastante pretenciosa que
falla en la mayoría de los puntos débiles de un novato, pero que también ofrece
algunos aspectos buenos, y desde luego, una estética elegantísima.