Como los Top Boys pero sin fútbol y drogas. Y con el resto de ingredientes: casas baratas de hormigón, pantalones ajustados, botas, cuchillos, pitillos, ginebra, pandillas y mucha mucha bronca. Así ha sido Neds, una película sobre los no educados e inadaptados. Teniendo en cuenta esa sociedad escocesa tan conservadora en la década de los setenta, no es difícil que los muchachos válidos se conviertieran en auténticos camorreros de barrio. Y es que Peter Mullan, el director de la película, ha creado una atmósfera de hostilidad, de escoria social, de aptos, de no aptos, en definitiva, una sociedad de clases y maniquea que entierra viva las aspiraciones de cualquier muchacho que nace un poco gamberro. La educación con sufrimiento y bajo amenaza, algo tan superado en la actualidad, genera una violencia brutal casi imparable. Quizás se haya excedido en la duración, alrededor de las dos horas y en un par de escenas muy al estilo X-Men con cuchillo en ambas manos y una locura desatada. Y el Jesucristo abrazándole...en fin. Pero bueno, lo soluciona satisfactoriamente con el abrazo a su padre. Gran momento.
No sé las inflencias que Mullan ha tenido a la hora de hacer este largometraje pero me ha recordado mucho a las novelas de Irvine Welsh, autor de Trainspotting y su secuela además de unas cuantas más que pueden interesar mucho a quien le haya gustado Neds. Ha olido a pupitre, hemos sentido la hostilidad de otros tiempos, la violencia y aquellos cigarrilos baratos para pasar el tiempo antes de buscar follón. Lo dicho, Neds, un peliculón.