Que los problemas en una vecindad son el pan nuestro de cada día es algo que todos los que formamos parte de una comunidad de vecinos sabemos. El cine, consciente de esta problemática, no ha dudado en retratarlos de uno u otro modo a lo largo de su historia. Dentro del género del terror, películas como La semilla del Diablo constituyen un claro ejemplo de lo siniestros y perversos que pueden resultar quienes habitan más allá de las paredes de nuestra casa, en apariencia personas normales y corrientes. En este sentido, Neighborhood Watch vuelve a explotar la idea de un matrimonio recién casado que se muda a un barrio cuyos vecinos no son todo lo normales de lo que cabría esperar.
En primer lugar, hay que advertir al lector de esta crítica de que Neighborhood Watch es un film de muy poco presupuesto y que puede calificarse como de serie Z. Siempre en el filo de la navaja, oscilando entre la comedia más escabrosa y la inquietud de un film de terror, la historia nos va mostrando las sufridas experiencias del joven matrimonio acosado por el cruel vecino Adrien Trumbull, cuyos métodos -nada sutiles- por hacer la vida imposible a los ingenuos recién llegados pasan por el uso de diversas sustancias toxicas, a cada cual más desagradable. Las situaciones que rodean a los personajes, o mejor dicho, las acciones de los propios personajes y el entorno que éstas van creando, no están exentas de cierta ironía. El barrio, deshabitado y pedregoso, las habitaciones de la oficina donde trabaja el protagonista, plagadas de cuadros y otras decoraciones de dudoso gusto y paredes grises y descuidadas, la propia casa, fría y a medio montar, son sin duda un gran hallazgo visual. Los ambientes sórdidos que recrean contrastan estupendamente con el espíritu desenfadado de la historia.
En torno a ese mundo inverosímil situado entre lo paródico y lo sórdido están los personajes, caricaturas desquiciadas todos ellos, que son sin duda alguna uno de los mayores aciertos del film, aunque en ocasiones sus motivaciones no nos queden del todo claras. Es una pena que no se hayan explotado más las relaciones inter vecinales o el interesante elenco de personajes que hacen acto de presencia en la surrealista oficina del marido protagonista. En este sentido el film hubiera podido dar mucho más de sí.
Ciertas escenas, como aquella en la que el laxante suministrado por Trumbull en los bombones hace efecto, son sumamente desagradables por lo explicito del asunto. Es de agradecer que el director no haya escatimado en planos a la hora de mostrarnos los detalles más desagradables de cada evento, pero tras un rato el espectador comienza a sospechar que se trata del único recurso con el que cuenta el film. Cansado de dar vueltas a las mismas situaciones, el director decide dar un vuelco a su película. Es en esta ultima media hora cuando el film fracasa en su intento de tomarse en serio a si mismo. Y es que en sus últimos momentos la película se vuelve más áspera y trata de aportar todo lo que no ha podido antes, pero para el espectador resulta completamente imposible inmiscuirse emocionalmente en lo que aparece en pantalla después de todo lo visto. La truculenta escena final, que hará las delicias de todos los amantes a la casquería, es no obstante un digno final que cumple lo prometido.
La escena en la que Adrien Trumbull extirpa diversos órganos a la sufrida protagonista o la propia automutilación del personaje -finiquitada por el vengativo vecino- son dignas de elogio por lo desagradable del asunto. Sin embargo, uno no comprende el innecesario e inverosímil epilogo que sucede al escabroso y sangriento final del diabólico vecino.
En resumidas cuentas, Neighborhood Watch es un film que debe valorarse en su justa medida. La carencia de presupuesto y lo limitado de sus medios no quitan para que el grueso de la película sea moderadamente divertido, aunque las tornas del juego que su director ha querido cumplir a rajatabla durante la mayor parte del metraje no funcionen cuando tratan de discurrir por derroteros, nunca mejor dicho, más viscerales. Por todo ello, el film de Graeme Whifler ha de contemplarse con una mente abierta y transigente. No cabe duda de que quienes busquen un producto de calidad no serán tan benevolentes con el resultado.