El liviano ejercicio de cine de Las nieves del Kilimanjaro consigue conjurar entretenimiento, crítica social y cine con la tranquilidad de saber que el público que escucha está atento a la reflexión. Sin ser agobiante en sus momentos más sesudos, bastante dispar y comprometido con ambos puntos de vista y nada cruel con lo burgués de una Francia agazapada, la película avanza con fuerza en ese mejunje que sustenta.
Se podría decir que le sobran momentos de trivialidad de comentarios, se podría comentar que la sencillez de la propuesta no da lugar a la seriedad de algunos momentos, incluso se podría hablar de que puede aburrir a quienes no quieren ni por asomo pensar en lo que propone.
Por encima de eso, el film está lleno de una reflexión e intenciones loables de análisis social y popular de la actual situación de un mundo obrero apocopado y débil en un mundo cruel que no permite sitio para la acusación.
Como aire fresco sin risa tonta es ideal, como alegría de compromiso un honor, como cine sin más, pero era el guión lo importante, y eso quedaba claro desde el principio.