Quien, como dije, fuera una gran promesa en sus inicios, David Mamet, definitivamente ha perdido el norte.
Su película, esta Spartan titulada así por el comentario puntual y sin importancia de turno, es una absoluta nada en cuanto a la historia del cine. Se podría decir que no hay nada en ella que tenga el más mínimo interés que pase del entretenimiento buscado un día de lluvia y de pereza anclado en el sofá de tu casa.
Nada en ella se escapa del más rígido molde de la industria menos imaginativa de Hollywood. Su escena inicial calcada en contenido y forma a tantas otras películas menores, con el duro entrenamiento, pretendiendo llegar, intentando marcar… pero si ya lo hemos visto cien veces cien y además mejor hecho, evidentemente no llega ni impacta ni siquiera entretiene.
Quiere hacer una buena película seria, pero no llega ni a eso, con su guión disperso y sus personajes vacíos. Por ejemplo el de su protagonista, Val Kilmer, que ni siquiera hace un buen papel, que se pasea con su cara de duro. Veremos a medida que avanza la película como hay al fin y al cabo un corazoncito en su interior, eso sí, lo veremos a costa de forzar al personaje y sus situaciones todo lo que se pueda. Y querer hacernos pasar por malo al pobrecillo William H. Macy, con su cara de poca cosa… imposible.
Desde el punto de vista de esperar una simple película de acción o intriga, que era lo que al menos esperaba de la película, esta también fracasa. Nos plantean al personaje de Kilmer como uno de esos marines que se las saben todas, una especie de Rambo refinado, con diálogos como el que sigue: “Ese no es el norte, el norte está por allí - ¿cómo lo sabes? (asombrado) – por Casiopea, Casiopea siempre me guía”. Evidentemente los conocimientos de Boy Scout de Mamet no impresionan. Las situaciones de acción y resolución de problemas forzadísimas y muy poco creíble.
Y la moraleja final de lo podrido que está el mundo de la política sobraba en esta película que no es capaz de mucho menos. Además, ya lo hemos visto cien veces cien, y mejor.