El olvido es una gran apuesta del cine doumental. Se despoja de las viejas formas documentales tan tradicionales y aburridas con la monotonía de la voz en off y la muestra de imágenes. En esta ocasión este film es un ejemplo de la multidisciplina con la que el cine cuenta siempre pero con la que no siempre se complementa de la manera más acertada. Desde las canciones más clásicas hasta la música de casette más convencional pasando por los viejos rincones y los edificios más modernos hasta la velocidad de los automóviles en el Perú de hoy en día. Como es de costumbre hago hincapié en la fotografía como hermana de sangre del cine y en esta cinta es una oportunidad para sacarle partido al juego de colores, a las alturas, a los planos cortos, a todo a lo que se le pueda sacarle el jugo, hasta la saciedad. El olvido es de esas cintas que tiene como postulado número mostarlo todo. Y todo es todo, no casi todo. Una gran fiesta del cine documental que viene desde Holanda y viaja hasta Perú con nostalgia del pasado pero con la vista hacia el futuro.
En otras ocasiones siempre menciono el problema de la duración de este tipo de film. Bueno, esta vez no me preocupa. El olvido pasará como una apisonadora y nos entregará tanto y tan bueno que vaciaremos todos nuestro problemas, los dejaremos en nuestro mesita de noche y nos adentraremos en un documental entregado a darnos una lección de vida y de historia. La dirige Heddy Honigmann y también es participe del guión.
Por último, si la apuesta de verla es reconfortante sólo decir que es importante apuntar en los créditos los nombres de los encargados en fotografía, montaje, música y demás disciplinas. No será para olvidar, estoy seguro.