Puede decirse que los miedos humanos han sobrepasado en los últimos siglos el ámbito de lo sobrenatural para acercarse a razonamientos mucho más mundanos. Dicho de otro modo, hoy en día nadie teme a los fantasmas pero todo el mundo se aterra ante la idea de un ataque terrorista. Uno de los aspectos más latentes de los terrores que moran en la mente de la sociedad moderna -y que en cierto modo conserva ese primer y extinto elemento- es el mundo de las sectas. Y sectas es lo que vamos a encontrar en esta película Canadiense, una secta que nos hace dudar de si ese miedo a lo sobrenatural, a lo que no es humano, puede existir hoy en día.
Tras esta introducción pseudo reflexiva que nadie piense que vamos a encontrarnos con una película que plantee profundas reflexiones acerca de lo divino y lo mundano. End of the line es una película sin más pretensiones que entretener al espectador y aterrorizarle a partes iguales y en este sentido el film es todo un acierto. La angustia de una serie de personas atrapadas en un mundo subterráneo de raíles y vagones queda perfectamente reflejada a lo largo de la película. Pero End of the line combina también momentos de acción -los enfrentamientos con los miembros de la secta son todo una cierto- y tramos más pausados, logrando un film equilibrado en todo momento. El director no ha escatimado en violencia a la hora de representarnos un peligro que va desde lo intuitivo a lo visual para abordar en la última escena un campo completamente diferente. Así, ciertas escenas se resuelven gracias a los mecanismos propios del género -veasé la del hospital sin ir más lejos- mientras que otras son muchísimo más directas.
Sostenida por un nutrido reparto encabezado por Ilona Elkin y Nicolas Wright, la película se construye como un film de terror coral que bebe de fuentes más bien clásicas. Tras el inicio de la anunciada masacre por parte de los miembros de la secta, los avatares de los diferentes protagonistas atrapados en las líneas del metro -con ciertas reminiscencias a la obra Dragon Head- descubrirán demasiado pronto que las proporciones de la catástrofe se extienden más allá de los subterráneos. Una lástima que el director no haya sabido jugar más con esta incertidumbre, pero la duda sobre las proporciones de la matanza se ve sustituida al instante por el misterio que rodea la naturaleza de su origen.
A pesar de que su desarrollo pueda tomarse a risa -la imagen de los samaritanos cristianos que forman la secta así lo certifica- End of the line es también ambigua en sus planteamientos. Por una parte, ciertas situaciones son francamente graciosas. Otras escenas en cambio resultan ciertamente escalofriantes. Esa ambigüedad, que nos hace dudar en todo momento de si el director se está tomando en serio o no su película -puede que las dos cosas- es sin duda una de las grandes virtudes del film.
Las pistas que Maurice Devereaux nos va dejando a lo largo del film no llevan a equivoco y los más atentos intuirán sin duda el apocalíptico final antes de que este se nos muestre en toda su crudeza. No obstante, el desarrollo del argumento juega en todo momento con la incertidumbre, dejando un resquicio para la duda. Es pues una efectista manera de conseguir que el espectador mantenga el interés hasta el último momento. Dentro de un genero demasiado trillado por argumentos repetitivos y confusos, End of the line se reivindica como un film directo y sin concesiones que cumple lo que promete.