Al comienzo de la carrera por los Óscars, el nuevo film de Sam Mendes, con su mujer, Kate Winslet y Leonardo Di Caprio de protagonistas parecía que se iba a comer el mundo. Sin embargo, poco a poco hemos ido asistiendo a su desinfle, hasta el punto de que no va a ser ni una película secundaria en los Óscars 2009.
¿Es el termómetro de los Óscars algo crucial para mí para diagnosticarle las tres estrellas? En absoluto. Podría tirar de refranero y de la llamada sabiduría popular para decir que “cuando el río suena…”. No, mi diagnóstico viene directamente de la lectura de la novela en la que se basa la película de Mendes. Un novelón escrito por Richard Yates, uno de esos escritores norteamericanos no muy conocidos en Europa, pero que se encargó de sacarle punta a la sociedad americana de su época con unos retratos en los que se mezcla la lucidez, la amargura y el cinismo.
¿Y cuál es el problema? La complejidad de intentar plasmar lo que Yates describe, para empezar, el problema a que el guión de la película se pueda dispersar, a que en el cine, mucho más que en la literatura, se está acostumbrado al planteamiento, nudo y desenlace (da igual el orden), pero siempre hay un camino, hay un algo que se cuenta. Narrativamente hablando, el Cine es un depredador de historias, y la literatura es una depredadora de personajes. Ello tiene un obvio y sencillo motivo: las herramientas con que cuenta uno y otro. Y Yates radiografía con todas las armas posibles a Frank Wheeler, el protagonista. El actor escogido es Leonardo Di Caprio, una elección tan acertada como desacertada, habrá una cara de Frank que la bordará, pero tengo dudas con respecto a la otra.
Y mucho me temo que Mendes habrá servido en bandeja la película a su mujer, Kate Winslet, traicionando el espíritu de la novela, y haciendo que el espectador se dirija en exceso al lugar donde fija la pupila el director, y llegue a un final donde se sienta perdido o se crea víctima del funesto juego de la adaptación.
La sombra de American Beauty va a ser demasiado alargada, y no creo que guste, por ejemplo, a aquellos a los que películas como Juegos secretos les caigan en saco roto.
Me dispongo a abrir ese álbum que creía no tener, como cada vez que veo una película sobre una novela que me he leído, y disfrutar del juego de comparar visiones.