Días de pesca es ella misma de principio a fin y no aspira a crecer. Se trata de una cinta atrapada en sí misma y tímida pero honesta y sencilla. Una reflexión sobre tan poco podrían pensar muchos y tanto a la vez. Porque la vida, al final, lo es todo aunque todo no lo acapare. Se puede perder el norte pero nunca el sentido a la vida. Carlos Sorín nos invita a una velada silenciosa y con encendido artificial. Pero con la generosidad propia de la sencillez, de la historia mínima y el lenguaje emotivo. Unos días de pesca simpáticos y llenos de buenas intenciones.
Hay quien la tache de no poseer el suficiente cuerpo como para defenderse por sí sola, ni siquiera en un festival como el de San Sebastián. Hagamos memoria y no hay duda que material menos armado se ha proyectado. Puede que su caché, su baluarte sea Sorín y todas las batallas que ha librado. Puede. Pero ha arrancado al espectador sonrisas amables, un rato corto en el tiempo pero enriquecedor en los rincones más intimos de cada uno. No es pedante y permanece en el mismo rincón. Pequeña, sí, pero no peor por eso. Un pequeño universo desde adentro hacia adentro. Días de pesca, conciencias y ganas de vivir.