¿Quién no ha tenido alguna vez que mirar dos veces el título de una película para comprobar que no la había visto ya, después de leer una sinopsis familiar? En efecto, en el cine está todo inventando. O casi. Así, las premisas de ciertos argumentos son clásicas, como es el caso de Storm Warning, la nueva película de Jaimie Blanks, que en esta ocasión cambia de registro respecto de Un San Valentín de muerte o Leyenda Urbana. Tenemos todos los elementos necesarios para asistir a un buen Slasher: La pareja de pardillos, el entorno hostil y los psicópatas. Así pues, las coordenadas de origen aparecen sin necesidad de brújula. La primera y necesaria referencia, ya un clásico si se habla de cine de género, es a La matanza de Texas, de Tobe Hooper. La familia de inhóspitos lugareños, endogámicos, violentos e imposibles, recuerda sobremanera al núcleo familiar del patriarca Cara Cuero o a otros simpáticos asesinos del mismo árbol genealógico que los de Las colinas tienen ojos y sus sucedáneos.
Pero existe una segunda película a la que hay que mencionar: Hablamos de Perros de paja, de Sam Peckinpah. No es una referencia casual. Bien es cierto que la historia del mojigato al que le tocan la moral hasta que estalla se ha visto en innumerables producciones (por citar una, Un día de furia), pero no por ello la película de Jaimie Blanks no bebe de una fuente común. De hecho, durante todo el metraje uno sospecha que la afable compañera del abogado va a terminar por convertirse en una autentica arma de matar. La propia película nos lo desvela a lo largo de esas escenas en las que se muestra reticente a la hora de matar al pequeño canguro o cuando, al inicio, le disgusta que su hombre golpee al pez que ha pescado. La controversia sobre el denominado sexo débil está servida. No es que la idea de la violencia enfrentada a la violencia como única solución posible sea nueva, pero si que da su juego en el desenlace, como veremos a continuación.
Hasta su tramo final, la película es insoportable. Pasan los minutos y nos cuentan lo que todos sabemos que va a ocurrir. Si el género tiene sus mecanismos, atajos para ahorrar tiempo, el director no parece conocerlos o, lo que es peor, querer utilizarlos. Se recrea en el espectacular entorno natural de la película (el abuso de la música se entiende al enterarnos de que Jaimie Blanks también es el responsable de la banda sonora) y nos marea con un ritmo lento, sobre el que sobrevuela esa tormenta tan circunstancial que da titulo a la película. Con la llegada a la casa de los psicópatas, tampoco la historia gana en desarrollo o dinamismo. Diálogos enlatados carentes de gracia y situaciones absurdas son la tónica general de las vicisitudes a las que han de enfrentarse la sufrida pareja. Los intentos de violación, las insinuaciones nada veladas y las muestras de violencia son elementos con los que ya contamos. De hecho, la mayoría de los espectadores estamos deseando que el padre de familia se levante de una vez por todas y ponga en orden este desaguisado.
Uno empieza a pensar que, tras el imposible intento de fuga, solo vamos a ver más de lo mismo, pero el film sabe jugar la única baza que le queda. En efecto, con la llegada de Poppy empiezan las palizas y la cosa se anima un poco. La nula atmósfera creada cede ante tres escenas tan absurdas como divertidas. Mención especial merece el ingenio de la inocente francesa a la hora de insertar en sus partes íntimas un instrumento de amputación de lo más efectivo o de fabricar una absurda trampa a base de anzuelos. El descuartizamiento final en la hélice es más o menos accidental, pero supone el último chorro de sangre que falta para cerrar con éxito la película.
Los actores están correctos. Funciona mejor el matrimonio de yuppies que el trío de familiar de asesinos, aunque cada uno tenga asignado su arquetipo de psicópata. Lo cierto es que el papel de David Lyons y Mathew Wilkinson -a quienes apadrina John Brumpton- tiene su gracia, pero queda eclipsado por la presencia de la bellísima Nadia Farrés, una autentica mujer de armas tomar. Robert Taylor cede a la presencia de su personaje, un autentico protagonista florero. Lo cierto es que poco puede reprochársele al reparto, una curiosa mezcla de gente llegada desde el mundo del cine y la televisión.
Storm Warning es pues la típica película de contención. En ese sentido, el film de Jaimie Blanks da justo en el clavo. Su sangriento desenlace es todo lo que el más fervoroso seguidor de la casquería pudiera desear. No obstante, la contención no tiene porque significar que el resto de la película sea aburrida. Si ya advertía que la referencia a Perros de Paja no era casual, es hora de recurrir a su alusión. La obra de Peckinpah es el claro ejemplo de cómo debe lograrse una buena atmósfera, cargada de tensión, que luego derive en un auténtico baño de sangre. Si tenemos en cuenta la excelsa propuesta que protagonizaba Dustin Hoffman (y sin insinuar que ambas películas deban compararse) entendemos que la jugada de Jaimie Blanks no obtiene su efectividad en base a un buen desarrollo previo, sino a un nudo tan ridículo como aburrido. Es por eso que el espectador agradece sobremanera ese desenlace tan salvaje. No obstante, sin dejarse llevar por la emoción de la violencia fácil, es decir, observando con la necesaria frialdad el conjunto, el innegable efectismo de su catarsis no limpia el resto de la película. Aunque el mar en que desemboca Storm Warning sea poderoso, sus fuentes nacen de un sumidero estancado.