Crítica de la película Declaración de guerra por Olmo

¿Y qué es la vida? La pregunta del millón que permanece nadando en el interior de muchos de nosotros, se pasea por algunos otros, apenas en una minoría. De una u otra manera quién no se declara una guerra y pelea por contestarse muchas preguntas que nunca tendrán respuesta con el fin del encontrar una "solución final" al sentido de la vida, en abstracto. Por el contrario, qué pocas batallas libramos en el barro, en nuestro día a día, con nuestra familia, nuestro trabajo, el tiempo libre y el más grande de los temas: el amor. Qué poco miramos de frente, ni siquiera a los ojos.

Toda esta pequeña reflexión camuflada de precrítica me da pie para practicar con mis dedos en el teclado y escribir sobre la próxima cinta que iré a ver al cine. Sí, estoy seguro, esta es de las que quieres ir a ver en cuanto ves el cartel y es febrero. Y no hay más de que hablar. Porque las que se pasean por la alfombra roja ya tendrán su tiempo, su momento, su sala, su marzo.

Declaración de guerra es una declaración de intenciones que se paseó por el Festival de Gijón y que no se fue de vacío en sus pantalones. Mejor actor y actriz, doble o nada amigos. También varias nominaciones a los Cesar. Y se pasea con un andar talentoso y femenino llamado Valérie Donzelli. Su primer trabajo sobre París y muchísimo más, La reina de corazones le puede pillar por sorpresa a alguno que otro pero desde luego que estamos antes un cine romántico de voz grave con consecuencias, de respiraciones lentas, sensaciones y alegrías. Para los fanáticos de la inteligencia emocional o para aquellos que viven bajo la amenaza constante y golpe de puerta del mundo menos terrenal. Una experiencia cotidiana en su mensaje, más revolucionaria en formas. De ahí supongo el premio y lo talentoso de ella.

Cine galo cómodo, con el envolotorio a medio abrir y entre la lágrima más sincera y la reflexión más segura.