Película simple y llana por excelencia, con una actriz que lleva de un lado a otro el ojo de atención del espectador y una trama tan interesante como alentadora. Cualquier film querría esto pero no siempre, o casi nunca, es posible.
La normalidad con que entramos en la harina de la película, el cariño raro que se puede mostrar hacia la jueza en cuestión, y el caer lento de los acontecimientos, tanto en la casa como en el despacho, dan rienda suelta con tan poca munición aparentemente a la sensación de comodidad de un público que se siente conforme con la propuesta.
La política como tela de fondo tras la máquina de escribir y en la cama, la fuerte convicción y el papel de la mujer moderna, son las claves de un film de ritmo peculiar, moderno pese a su director y carente de búsqueda de taquilla o respaldo de butaca.
El film se posa, cuenta con naturalidad y se marcha, pero dejando detrás de él un buen perfume. Escueta, silenciosa, recurrente y caval, sin alardes de cámara eso sí, no se podía pedir más.