Sí. Tres estrellas que lo mismo podrían ser cuatro. Podrían serlo si en vez de los Coen esta película la firmara cualquier desconocido, o cualquier artesano con menos prestigio. Y es que uno sabe que los Coen han dirigido 'Sangre fácil', 'Barton Fink' o joyitas similares. Y, visto lo visto, esta 'Ladykillers' suena a trabajo menor. Y eso que uno sale con un gratísimo sabor de boca de la sala... y con una sonrisa que dura un buen rato.
Muchos habrán visto el original Quinteto de la Muerte. No esperéis nada por el estilo. En honor a la verdad, a-á (como diría Krahe), los Coen toman el mismo punto de partida para luego conferir un estilo muy personal a esa premisa. Esto ya no es Londres, sino la orilla más gospel del Mississippi, la entrañable viejecita es ahora una abuela negra de piernas torcidas, religiosa y que convive con el recuerdo de su difunto marido, Ozart, que ya solo es un retrato al óleo... muy muy expresivo. ¡Ah!, y aquel loro, testigo continuo de cuanto hacía el Quinteto, se ha convertido ahora en un gato que protagoniza un cierre de oro para la película.
El arranque de la película es quizás de lo más flojo. La presentación de los dos personajes más importantes, la abuela y ese doctor de verbo florido encarnado por Hanks, son de lo mejorcito de este fragmento. Las primeras apariciones del resto de miembros del Quinteto son, ciertamente, bastante peores.
Peo los Coen cogen el ritmo -y el nivel- enseguida. La trama se desarrolla a un ritmo rápido, caminando por una serie de gags que van desde el aprobado hasta el sobresaliente. Nunca bajan de esa marca y, en ocasiones, alcanzan el nivel de la mejor comedia.
Hay que mencionar que, por fin, vuelve Hanks al género que le vio nacer y lo hace con una actuación exquisita. Quizás otros precíticos no la consideren entre sus mejores trabajos, ya que se quejaban en otros ejemplos de que los excesos provocan menor naturalidad...; mucho artificio, adivino que pensarán. Se quejan del exceso, supongo: excesivo enfásis en la entonación, excesiva gesticulación... Pues yo aplaudo esa risa estúpida y... excesiva; esa caricatura... excesiva del pedante tono de habla del profesor ducho en lenguas muertas y vivas estratagemas criminales; ese... excesivo gesto de hierático diplomático inglés -aunque no lo sea- multiformado y, como ya he descrito antes, verbiflorido.
Sí, señores, esto es una comedia, con ese punto de locura que necesita una Coen movie. Y me encanta el Clooney histriónico de otras, el Turturro desesperado de alguna, el Goodman enloquecido de tantas, o ese Billy Bob Thronton, frío y muerto en vida, que nunca estuvo allí.
Igual que me encanta comprobar que los Coen, a pesar de que llevamos varios años en que la crítica internacional, antes de cada una de sus películas, anuncia su muerte creativa, siguen demostrando que su talento continúa intacto. Que su humor sigue siendo, ante todo y gracias por ello, muy suyo. Por eso esperaré, como ocurre últimamente, que en su próxima película vuelvan a ofrecernos alguna de sus brillantes maravillas, y no solo un título gracioso, elegante, exquisito; no solamente eso que, en manos de algún desconocido, hubiera conseguido cuatro estrellas.