Escucho recientemente barruntar a Charlie Seen, ese hijo de actor que aún así ha conseguido venir a menos (¡qué mérito!), acerca de su incredulidad sobre la versión oficial de lo sucedido el 11-S, blablablá ratatá. Asegura que la teoría dada sobre el calentamiento de los sucesivos pisos y de los cimientos de los edificios, de las dos torres, es poco fiable y sin demasiada base, y que no cree que el impacto de esos aviones pudiera provocar la totalidad del desastre. Añade que igual que él muchos creen que hubo una detonación organizada, una detonación más.
Pues él verá. Pero aparte de teorías conspirativas y demás, cada vez más gente está desencantada, y mucho, allí en el país de los héroes y las justicias divinas. Porque nadie sabe muy bien si los verdaderos responsables de la masacre realmente han recibido su merecido. Porque nadie sabe si los juzgados son unos pringados que tienen algo que ver, pero poco, o quizás mucho, o quizás nada. Porque nadie sabe nada, en definitiva.
Y en este contexto, la maquinaria de Hollywood, acomodada sobre el colchón que le proporciona tío Dollar, se ha apresurado en pergeñar un bodrio infumable sobre ese vuelo, el United 93 dicen que se llamaba, en el que la gente, al más puro estilo película-de-Harrison-Ford-con-avión-de-por-medio, se reveló a los presuntos terroristas (sí, unos maromos con cuchillos se ve que consiguieron dar el mayor golpe terrorista de la historia) y consiguió evitar que la masacre fuera mayor.
Vamos, que nos espera una loa al heroismo del ciudadano americano en su lucha contra el terrorista iraquí, contra el oriental, contra el moro, contra el negro, contra el mulato, contra el diferente, contra todo aquello que no sea norteamericano o pronorteamericano.
Así que, por favor, NO TRAGUÉIS. Ni se os ocurra verla. Pura propaganda yankee. Yo, al menos, no pienso tragar.