Profunda en su sencillez, dramática en sus sonrisas, discretamente romántica y juguetona en sus formas. En todo el film se siente un sentido reconocimiento al cine mudo, destellos de Murnau o Frizt Lang se dejan entrever entre la gran maquinaria del cine americano. La crítica y la ironía también tiene su espacio, que alterna con grandes planos y una nostalgia arrolladora.
Pero sobre todo, The artist atrapa porque no exagera ni deja pasar inadvertido. Porque aunque parezca un tópico, dice sin tener que hablar ni explicar nada. Porque enfreta pasado y presente, comparándolos entre si, pero usando la misma arma, el cine mudo. He sentido terror cuando de pronto nuestro protagonista oía los sonidos y el no podía gritar, creyendo que la cinta iba a dar una vuelta de tuerca insalvable. Más que alivio al ver que solo se pretendía dar un golpe de efecto en el espectador para que fuera consciente de lo que tenía delante.
Pese a la sencillez de la trama, a la que sin embargo hay que agradecer no caer en futilidades, se le saca un jugo inusualmente atractivo, sobre todo gracias al trío protagonista: Jean Dujardin que además de una sonrisa especial tiene un alma que habla por sus ojos, Berenice Bejo, con una química especial que traspasa la pantalla y el perro, que ahí esta para dar el contrapunto cómico y tierno.
Espero que Hazanavicius continúe muchos años regalándonos este tipo de películas. Muchas veces no hace falta contar una historia increíblemente original, si no enfoncar desde otro punto la mirada del espectador.