Todos conocen su nombre y apellido. De oídas, en ocasiones de un modo guasón, su trágico final, de refilón, más profundamente o simplemente como una respuesta automática a una cultura popular fuera o dentro de los pegados y unidos estados del continente americano. Pero, ¿quién fue Abraham Lincoln? Evidentemente la respuesta tiene y debe ser mucho más amplia que más de dos horas largas de proyección. Pero para iniciarnos en el mensaje y discurso oficial de este hombre-nación, una película es la más popular y digna manera de comenzar. Porque más allá de su imagen, su significado o esa compra-venta de ideales fieles a la pureza y misticismo norteamericano está el hombre y no su raza. Por ello, como parte de un común como es la historia y la civilización, Abraham Lincoln es uno más. Más o menos importante, relevante o interesante. Es parte del proceso-historia. Compartir este personaje es la idea correcta. Hacerse dueño de él o manipular el concepto es un paso atrás incluso una irremediable separación entre los que quieren ver, escuchar y aprender y los que se tragan el personaje dándoles igual todo, violando la capacidad de la historia para contarnos el proceso de todo en pequeños sorbos a través del cine.
Por encima de ese nombre y ese apellido está un personaje histórico, parte mito, parte historia, parte verdad, parte mentira, parte teatro y finalmente hoy, parte de cine. Y como parte de cine que es hay un hombre que eleva a una categoría de exclusividad la cinta en cuestión y su protagonista. Ese hombre, también parte teatro, parte cine, parte magia, es Daniel Day-Lewis, el mejor actor de nuestros tiempos. Está vivo y su talento es luz de vida cada segundo que se mantiene en la gran pantalla. Su tono de voz, movimientos, su mirada...son la misma que aquel hombre-nación que hacía historia. Pero Lewis es el hombre-cine que también hace historia, la suya en particular y la que comparte con el espectador que la disfruta como la última calada del último cigarro. Por eso, esta cinta es de todos, para todos y del cine. No tiene dueño como tampoco tampoco lo tiene la historia. Fundámonos en el medio que hace posible obtener sensaciones y reflexiones. Rol, registro, homenaje, Lincoln, Lewis, Historia y Cine en mayúsculas. El envoltorio es lo que menos me importa. Una entrada para Lincoln, por favor.