Se presenta esta película en la sección oficial del festival de San Sebastián, suponiendo la habitual apuesta por un cine español diferente. Uno de los directores más extraños del cine español Javier Fesser, parece haber dado un pequeño giro a su cine. Analicemos esto.
Fesser, con sus dos largometrajes y sus conocidos cortos (no es tan común que el título de un cortometraje resulte tan reconocible como por ejemplo Binta y la gran idea), nos ha mostrado su personalidad como director interesado en el humor absurdo y en la imagen visual contundente. Un estilo a medio camino entre los dibujos de la Warner y los tbos de Mortadelo y Filemón. Por eso mismo no sorprende que se encargara de adaptar a esta pareja de agentes de la T.I.A. en La gran aventura de Mortadelo y Filemón. Supo captar el espíritu de ese humor añejo de imaginería muy primaria, bastante mejor que la adaptación a pies juntillas que después realizaría Miguel Bardem en su secuela. Pero, como decía, no sorprendió porque ya nos habíamos deleitado con la original y superior El milagro de P. Tinto, donde ya desplegaba sus mejores armas humorísticas a golpe de bombona.
El caso es que este niño grande parece dejar de lado todo ese mundo que le ha situado en una posición muy concreta dentro del poco variado cine español. Ahora quiere volver su gesto algo más serio y tratar temas considerablemente más trascendentes.
Sin embargo, no estoy yo tan seguro de que se haya producido un cambio tan radical. Creo más bien que simplemente trata una temática en apariencia poco compatible con su estilo, pero no abandonará su tono. Atacará con su cinismo, esta vez doliente, con sus potentes imágenes icónicas, con la sincera denuncia de la ignorancia y, en definitiva, con su desbordante imaginación.
Que no nos confunda el hecho de que las lágrimas en este caso no provengan de la carcajada.