Debut en la dirección del donostiarra Pedro Aguilera, autor de cortometrajes como El trato o Narciso Goldmundo.
La presente cinta destaca por ser una de esas apuestas bizarras, de escaso presupuesto (200.000 euros de fuente privada) y apadrinada por uno de los representantes más iconoclastas del panorama internacional: Carlos Reygadas (Luz silenciosa), con el que participó como asistente de dirección en la controvertida Batalla en el cielo.
La influencia se presenta en la cartelera tras su exitoso paso por la Quincena de los Realizadores del Festival de Cine de Cannes 2007 y tras su premio en el Festival L'Age D'Or et Cinèdècouvertes de Bruselas.
En la presentación de esta película su realizador confesó que «lo cinematográfico a veces es muy molesto y que por ello había renunciado a todo artificio y a los actores profesionales».
Personalmente no me gustan los movimientos ni las manifestaciones artísticas que niegan su propio vehículo, pero han sido varias las veces en que en la desnudez formal, donde el sentimiento de la obra se presenta totalmente desnudo y letal hacia el espectador, he tenido una buena experiencia vital.
El culpable de dicho rito iniciático ha sido Robert Bresson, un autor rabioso y difícil que seguro impregnará esta película, desde luego, no apta para todos los públicos.
Aun a riesgo de recomendar una experiencia aburrida o de cómo 83 minutos se pueden hacer eternos, yo animo a la gente a que vea esta película, porque no hay mejor reflexión sobre cine que una obra que reniega de lo cinematográfico.
Unos, como yo, por el aspecto más frío; otros, como vosotros, por una película que os despertará sentimientos muy vivos y viscerales.