Bajo un presumible anonimato antes de su proyección, Happy end ha necesitado muy poco para dejarse ver. Una cinta con su propio lenguaje, clima y color. Tan sencilla que se deja ver muy bien. Con unos cimientos fuertes, rígidos y seguros, la película de Björn Runge es potente a la vez que tranquila. Ha construido desde la destrucción y no "construyendo sin destruir", esa idea que sacaba ya en mi precrítica. Sin duda se puede ver como un film denuncia, pero más que denunciar yo creo que lo que ha hecho es una radiografía de la Suecia actual, la "otra" Suecia diría, la menos educada, problemática, contagiada de vicios, mentiras y proyectos vacíos del resto de países vecinos europeos. Más real, más auténtica, más que un estado del bienestar, el estado de estar a secas.
Happy end hace una descripción de cada uno de los personajes, situaciones, problemas y conflictos a partir de la asociación de colores y la atmósfera nórdica tantas veces vista como necesaria e influyente en este caso. Se nota que Runge ha creído en este proyecto, que no ha cogido la cámara y ha experimentado. No, no, el sueco ha sido el ejemplo claro de un cine más independiente y sencillo a partir de un proyecto que se nota, empezó mucho antes del rodaje. Buen nivel de una película que no se arrastra y compite, compite de verdad. Brindemos.