Es una rareza, The Host. Lo es porque las apariciones del monstruo (más frecuentes en la primera hora de película) y el resto de las aventuras de los personajes de la película tienen un tono radicalmente diferente. O quizá no tanto, pero al menos si hay una diferencia más que perceptible.
Además, aunque esas aventurillas tienen su punto entretenido y a menudo cómico, son evidentemente menos interesantes y harto más flojas que las escenas destinadas directamente al protagonismo de la criatura. Por supuesto deparan alguna que otra escena brillante (la huída del hermano universitario de unas oficinas plagadas de perseguidores, por ejemplo), pero insisto en que el verdadero talento de Joon-ho Bong luce en los ataques del monstruo.
Ataques que demuestran que estamos ante una película dual; por un lado una comedia de desventuras, casi podríamos decir, y por otro ante una de fuerza, espectáculo. Porque no nos confundamos, una película con monstruo no tiene por qué ser una cinta de terror. ¿Acaso lo era Tiburón? ¡No! ¿Acaso lo era Depredador? Ni mucho menos. La primera casi era más una historia a medio camino entre el drama y la aventura (de la caza final) y la segunda una pura película de acción. Tan solo recuerdo ahora a Alien, con su elemento de sci-fi, más sumergida en el campo del terror.
Y la verdad es que cada aparición del asqueroso bicho del río demuestra una capacidad visual, una belleza de planficación y una fuerza de montaje realmente brillantes. Momentos como el intento de la niña de huir por esa "cuerda" (fabricada con ropas) del agujero donde el monstruo la tiene, quedando todo en suspense (nosotros incluídos) hasta darnos cuenta que la niña se sostiene en el aire sin agarrarse a las ropas... porque el monstruo la ha rodeado con su tentáculo... Momentos así, decía, son de una belleza a la par que un poderío realmente aplastantes.
Lástima, ¡qué lástima!, que la segunda hora de película casi se olvide del bichejo para centrarse en las desventuras de la extraña familia protagonista. Tiene su gracia, diría, pero el monstruo apenas sí dispone aquí de un par de apariciones en su refugio, y a menudo uno lo echa de menos. El final, el desenlace, nos devuelve al gran espectacúlo, pero quizás ya carezca de la sorpresa y el talento puramente visual de la primera hora.
Una rareza, con todos sus errores, más que disfutable.