Nueva Zelanda pasa por ser uno de los países más tranquilos del mundo. Hermosos paisajes -mundialmente famosos gracias a la trilogía de El Señor de los Anillos-, interminables prados y ovejas. Muchas ovejas. ¿Demasiadas quizá? El cine más gamberro procedente de Nueva Zelanda hace acto de presencia con esta película gore sobre unas lanudas asesinas.
Absurda sin duda, pero no por ello menos divertida, Black Sheep propone ver en pantalla al esclavo rebelándose contra el eterno dueño, cosa que siempre promete cierta sonrisa en la cara de los espectadores más sádicos y en el Teatro Principal se reúnen cada año unos cuantos. Jonathan King, bautizado ya como el nuevo Peter Jackson, parte de una idea tan original -Isolation lo pone en duda- como surrealista para hacer realidad una masacre anunciada y delirantemente divertida. ¿Puede haber algo más risible que una oveja devorando a su pastor? El rol de la devorada sustituyendo al papel del lobo.
Quienes vayan a ver ésta película pueden encontrarse esto y nada más. No van a mostrarse convincentes interpretaciones por parte de los actores ni un drama efectista, ni siquiera una historia sólida y bien hilada. Pero esa falta de pretensiones no viene ligada a una falta de diversión. La misma que puede encontrarse en la boca de una oveja manchada de sangre humana.