Raúl Sánchez Arévalo sabe repartir sus guiones con personajes distantes y dispares que se encuentran juntos. Con unos y otros, apoyándose en lo que le ofrece cada uno siempre termina por llevarnos alado de un personaje principal con el cual acabar en la espiral del contagio para con él.
En esta ocasión la comedia surge muy fluida, con palabrostias y palabrotas bien dirigidas, con sentido y sensibilidad, con criterio muy definido en contentar a un espectador, el más importante en esta película. Destacando a Raúl Arévalo (Gordos), mencionando a Quim Gutierrez (La cara oculta), y alertando sobre el poder de fotogenia de Inma Cuesta (La voz dormida).
De nuevo se nos lanza un mensaje sobre los distintos puntos de vista de la vida, de algunos de sus asuntos, del tiempo, del amor, de la necesidad humana, de sus miedos, de las cosas que nos enfrentan a nosotros mismos. De nuevo logra el objetivo de envolvernos en una especie de filosofía de andar por casa que resulta inquietante cuando se le mira de frente.
Una película sincera, tranquila, que necesita del exagerado lo suficiente porque no abusa de él, y se limita a servir, dejar pasar el agua por sus grietas y posarse sobre un final más o menos buen librado, porque podría haber sido presa del tipiquismo. Una película normal, pero mejor llevada, una película grande pero a la vez pequeña, una película a recomendar, ya lo estoy haciendo.