Riddick vuelve al origen. Se deshace en pocos minutos del space opera al que se había subido en la anterior entrega para reiniciar la saga con un tono mucho más cercano a Pitch Black. De hecho, comparte en gran parte su estructura y algunos elementos clave. El tono vuelve a ser oscuro, aunque sin llegar a los tintes de terror de aquella ni a su fotografía radical. Aquí prima más la acción y la figura del protagonista.
De la barroca trama interplanetaria de la
anterior, volvemos aquí a un argumento de acción mucho más
reducido y localizado. De situación, de personajes. Con una lucha de egos a
varias bandas. Con un Riddick capaz casi de cualquier cosa, con unas
réplicas tan afiladas como sus cuchillos. Siendo el héroe, adopta
en gran parte de la película el rol clásico de villano. El ritmo y
los tiempos de la película están muy bien administrados, aunque
quizá la recta final quede algo deslucida por una parte central
mucho más interesante.
Vin Diesel confirma una vez más
que este es el gran papel de su carrera. Duro y chulo hasta el
extremo, pero nunca odioso; un punto de equilibrio que pocos actores
saben encontrar. Jordi Mollà funciona de maravilla con un
personaje repulsivo al que se le puede coger cierto cariño en su
debilidad. En general, un grupo de personajes con chispa que nos van
llevando a través de esta premisa sencilla pero eficaz. Pura
diversión desacomplejada, que a día de hoy es más difícil de
encontrar de lo que parece. Por mi parte, esperando nuevas aventuras
de este Furyano.