Al hablar de cine de animación, no cabe duda de que la industria más potente a nivel mundial es a todas luces la japonesa. El éxito de las producciones nipones responde a una multiplicidad de factores, entre los que destacan su cuidada labor técnica, el arraigo de la animación dentro de la cultura popular y su consideración al mismo nivel que el cine de imagen real, así como una cuidada publicidad en todos y cada uno de los sectores en que esta se prodiga. Pero, salvando honrosas excepciones, la inmensa mayoría del anime japonés adolece de una serie de fallos, en ocasiones insubsanables. No cabe duda de que en este ámbito existe cine de autor, como bien demuestra gente como Satoshi Kon o Hayao Miyazaki, pero la inmensa mayoría de la producción animada del país responde exclusivamente a motivos comerciales, anteponiéndolos a los artísticos. Por eso es interesante contemplar la alternativa de su país vecino.
Corea destaca como una de las cinematografías más interesantes de todo el continente asiático, sino la que más. En el campo de la animación, los coreanos han sabido desbancarse de sus colegas japoneses para trasladar al dibujo el estilismo propio de sus producciones de imagen real. Un claro ejemplo de todo esto lo encontramos en la Mari Iyagi, del director Seong-kang Lee, que ahora estrena Yobi, the Five Tailed Fox. En el caso de Jo Beom-jin, se trata de su primera película y, como para dejar claro la radicalidad de sus principios, esta es rabiosamente independiente. Una historia irreverente de adolescencia y rebelión es la excusa perfecta para hacer gala de un humor violento y escatológico, pero también de una serie de personajes extravagantes y dotados de un diseño tremendamente propio.
El Estudio 2.0 se encarga de dar vida a un mundo devastado y extraño, cuyos escenarios desolados, facturados en unas preciosas 3D, contrastan con unos personajes de aspecto aniñado, animados a la manera tradicional. Los dobladores son actores famosos en su país, pero como tampoco vamos a reconocerlos, no merece la pena mencionarlos. Lo más sorprendente del asunto, más allá de la comedia gamberra, es su vocación como película de acción. Resumiendo, Aachi & Ssipak es un film tremendamente importante por el camino que abre, a imagen y semejanza del proyecto nipón de Michael Arias, Tekon kinkurîto. La referencia no es casual: Esta claro que la animación japonesa necesita sangre nueva (en este caso extranjera), un líquido vital que, a pesar de las inevitables influencias, parece correr ya por las venas de los animadores coreanos.