El año pasado, el jurado del festival de San Sebastián premió con la concha de oro a una película turca, La caja de Pandora. Quizá sea esto lo que haya llevado a la organización a volver a incluir en sección oficial una película de esta nacionalidad.
Si la nombrada no era nada del otro mundo, me temo que la que ahora nos atañe sea aún peor. Parece un caso claro de película de festival: una premisa original y un desarrollo tediosamente convencional. Un par de actores sosteniendo un transcurrir cíclico de escenarios por culpa de una sangrante falta de presupuesto, un film alargado que nunca debió llegar siquiera a la hora y media, una moraleja demasiado evidente y unos toques de humor simplón que puede provocar algún aplauso entre el dispuesto público de San Sebastián.
En la dirección, Pelin Esmer, quien ya trajo al festival su anterior trabajo, Oyun. Esmer hasta ahora se había dedicado al documental, y esto será apreciable en esta película que tendrá mucho de observación de la ciudad de Estambul. Quizá eso pueda salvarla en parte.