Cuando comenzó a gestarse este proyecto, a pesar de su condición de remake, cierta ilusión me embargaba. Su argumento me gusta, se presta a una narración tan angustiosa como brillante y elaborada desde un punto de vista visual. Además, los actores que habían apostado por el proyecto daban muchas esperanzas: la Kidman al frente del reparto, siempre apetece, y secundarios de lo más interesantes como el agente 007 Daniel Craig.
El director elegido, Olivier Hirschbiegel, tiene en su currículum un éxito europeo (algo que siempre da mucho lustre): El hundimiento. Ya de primeras uno podía pensar que Invasión podría cojear justo por ahí (Hirschbiegel no tiene experiencia precisamente en productos destinados a la taquilla yanqui), pero, claro, firmar esta precrítica con cierto retraso me sirve de trampa para conocer sobradamente la larga historia que ha lastrado la realización de la película: Lo que empezó el realizador germano lo han terminado otros, y es que Joel Silver, ese productor que no saca adelante películas sino ristras de chorizos en forma de películas (nótese el matiz, no es lo mismo, no) y al que no le interesa si una película tiene menos sentido que un podcast para un ciego mientras dé pasta en taquilla, el tío Joel, decía, dijo que lo que Hirschbiegel había filmado era un coñazo y contrató a este y aquel (los Wachowski, dicen) para añadir un poco de acción por aquí y por allá a la película.
Así que tendremos un batiburrillo. Por un lado la película intentará tener cierta tranquilidad y cierta atmósfera, pero cada dos por tres nos cortarán el rollo con explosiones, persecuciones y morralla semejante. Finalmente, la película no tendrá alma. No tendrá un perfil. No tendrá espíritu. Será una colección de retales mal cosidos que seguirán su propia historia como buenamente puedan para llegar a algún desenlace, pero sin responder ciertamente a eso que conocemos por "narración".
Pero, ¡ay!, una película sobre una invasión alienígena protagonizada por Nicole Kidman... Aunque sea tarde, tengo que verla.