Sin dejar de ser otro drama más ambientado tras la Segunda Guerra Mundial, el valor más destacado que tiene Phoenix es ese
renacer de su protagonista, una Nina Hoss magnífica en su papel. Ella sustenta
el film, pasando de una fragilidad extrema a una fuerza arrolladora en su
escena final, sin duda esto último, lo mejor del film.
La premisa argumental, se arriesga en un juego de
reconstrucción facial que quizá deje demasiado al azar y poco contrastada si la protagonista se
parece o no con su nueva cara a la versión inicial de ella misma. Si uno entra en
ese juego, puede disfrutar al ver como este personaje va mutando sus intenciones,
del anhelo de ser reconocida y amada de nuevo, a investigar si realmente alguna
vez su marido la había querido. Es un placer ver como Nina Hoss nos lleva de la
mano a través de todos los sentimientos de su personaje, en constante cambio,
haciéndose cada vez más fuerte, hasta llegar a esa asombrosa escena final,
resumen del film. Con un empiece tembloroso interpreta un "Habla bajo" que va
in crescendo mientras se lee en la cara del marido como va descubriendo la
verdad y ella acaba cantando sola.
No quiero olvidar tampoco otra escena que se ha quedado en
mi memoria, cuando echan a la protagonista del bar tras haber cruzado la mirada
con su marido. Sola en mitad de la noche, en esa plaza derruida, nos regalan
una imagen de rojos y negros dónde te subrayan: no me ha reconocido, prefiero
la muerte. Es el punto de inflexión. Ella después recibe la oferta del engaño y
sabe que estará dispuesta a todo para recuperarlo.
Buena realización, memorable interpretación de Nina Hoss,
una cinta que está bien, pero que no sorprende en nada excepcional y que la que
dentro de un tiempo solo recordaremos su escena final.