Llegó el momento del cierre de la trilogía del murciélago, o no, y como corolario de todo diré que esta película ha conseguido algo que consideraba impensable: hacer buena (o menos mala) a Batman Begins. Los que sean lectores habituales de Precríticas ya sabrán que este replanteamiento de saga, así como su película inicial no son santo de mi devoción. Cuestión distinta es El caballero oscuro, una película que superaba con creces (no era difícil) a su predecesora y que se enmarcaba en una película más sombría, abandonando los retazos de cómic que aún pesaban en Batman Begins y llegando a un punto de cierto interés como es el rodar una película de súper héroes al estilo de Michael Mann (el atraco inicial) o de Francis Ford Coppola (con los momentos de montaje en paralelo en el momento climático del film).
En esta tercera película, Nolan ha perdido completamente el rumbo, se ha saltado sus propias reglas y nos ha enseñado que es capaz de rodar una película de súper héroes al estilo de Michael Bay, es decir, como siempre se ha hecho.
Lo que es de todo inaceptable es que el "realismo" se haya erigido en santo y seña de esta saga para abandonarlo completamente en una película que, desde un punto de vista "realista", engarza un disparate tras otro.
Que Bruce Wayne está hecho polvo y no puede mover la rodilla, todo solucionado poniéndole un no se sabe qué y a correr y saltar; que le parten la espalda, pues como Uma Thurman en Kill Bill me miro los pulgares y me recupero, claro pero ¿y la rodillera sónica? Nadie se preocupa de ella, ¿qué más dará si es una película de súper héroes? Que Gotham esté rodeado no es problema para que Batman entre y después de haber llenado todo Gotham de agujeros y encontrar la sala de Lucius, todo se reduce a darle a un botón y vuelve a aparecer de la nada el traje de Batman. Algunos seguirán preguntándose qué mas dará si es una película de súper héroes. Y no es que a mí me importe mucho pero desde luego a aquellos que les gustaba esta saga por su realismo...¡Ja!
Nolan está tan desorientado que su película es un auténtico refrito, y del malo, de varias de sus obras. El inicio parece una escena de Origen; el pretendido epílogo también lo es; y como la muerte de Heath Ledger y la forzada desaparición del Joker le hizo mucho daño a la trama pues Nolan se embarca en un a por todas. Pretende que porque tenga sobre explotado a Hans Zimmer haciendo una partitura de 160 minutos, a la que le va subiendo el volumen en los momentos de tensión, y porque la película dure mucho sea un ejemplo de narrativa arrolladora. Nada más lejos de su intención porque la película se hace insoportablemente soporífera y, lo peor plana. Ni rastro del juego de diferentes hilos argumentales. Y, lo peor de todo, que como no tiene de dónde coger vuelve al origen, vuelve a Batman Begins, vuelve a Rash'al Gul, vuelve al "¿para qué nos caemos?", vuelve a esa sesión de filosofía reiki de salón acerca de cómo afrontar los miedos, de liberarse de cargas pesadas y a esa cárcel agujero en forma de megáfono de telepredicador.
Directamente Nolan abandona Gotham para convertirlo en Nueva York e intentar hacernos su particular versión del "Occupy Wall Street" y de la crítica al poder financiero y a los poderosos y a meternos un discurso de banderas americanas hasta en el que tiene que aparecer el Presidente de los Estados Unidos, el ejército y la CIA. Ya lo critiqué en El caballero oscuro cuando Batman se hacía un viajecito a China que la gracia de Gotham es que Gotham sea una representación del mundo y que, precisamente por ello, los malos malísimos quieran destruirlo en referencia a adueñarse del mundo. Cuando intentas que Gotham sea algo real y que lo utilices para hacer un paralelismo con la situación actual, una vez más, el tono realista se resiente.
Las motivaciones que funcionaban bien en El caballero oscuro con Dent, Rachel, el propio Joker y Batman, así como el juego y la reflexión sobre el concepto del terrorismo desde el terror anárquico, aquí se reducen a un copiar y pegar del sino del héroe. Nolan nos ha querido rodar una Ilíada en la que Batman es consciente de que su destino es inmolarse y así pasar a su "eternidad". El enfrentamiento entre Bane y Batman, buscándose en medio de la guerra abierta (quizá de lo mejor de la película) nos remite a los relatos homéricos pero también se queda en una motivación pobre, digamos que muy trillada. Todo ello por no hablar de ese final a lo Ángeles y demonios en el que el bueno se coge la bomba atómica y se la lleva en su helicóptero.
Y, cómo no, tenemos que tragarnos un final a lo El truco final con Marion Cotillard, al más puro estilo Batman Begins (en el papel del viejo de la estación), diciéndonos qué es lo que pasa y dónde está el peligro antes de protagonizar la actuación de muerte más ridícula que se le recuerda a un ganador de Óscar.
Mención especial merece el Sam Sagaz detective Gordon. Primero, decide escribir el secreto mejor guardado de Gotham en un papel, claro para que no se le olvide con los nervios en el discurso, y luego para que acabe cayendo en manos de los malos y del pobre Robin que ve cómo todo apesta a su alrededor. Y, por favor, ¿puede que sea la última persona en el mundo que descubra que Batman es Bruce Wayne?
Como mandan los cánones de Michael Bay, hay que meter algo de amor para que en mitad del holocausto nuclear haya un beso, en este caso entre Batman y Catwoman. Pues vale, como si hubiese besado a una farola y como si hubiese aparecido, en mitad del jolgorio Optimus Prime también para echar una mano.
En fin, una película que ha acabado cayendo en la desidia de un director que creo se ha visto forzado a seguir con un invento que, desgraciadamente, tras la muerte de Heath Ledger se le hizo más cuesta arriba y ha acabado muriendo de su propio éxito, renegando de aquello que pudo haber hecho interesante la saga y perdiendo todo el crédito que la misma podía tener.