Si algo tiene la juventud es esa capacidad para poder decir no a todo, no querer quedarte sentado y soñar con cotas inimaginables. Seguramente que nuestro jovencísimo director Alejandro Landes se siente orgulloso de decir que no, no quedarse sentado y soñar con esas cotas inalcanzables a través del universo del séptimo arte. Estamos hablando de un director brasileño de treinta añitos y segunda propuesta cinematográfica. Interesante desde este punto de vista su cinta Porfirio, una de las que arañan con solo mirarla, bajo la sombra del cine sudamericano tan tópico pero distinto y que aún mantiene a un grupo interesante y activo de espectadores conscientes de que al otro lado del gran charco hay propuestas y escenarios que hay que aprovechar. ¿Perla?
Se trata de una coproducción que cuenta con el apoyo económico de Colombia, Uruguay y España ya que parece que la firma de Landes lo vale. Pero ya saben que aunque algo todo lo valga no siempre es accesible y de nuevo bajaremos los brazos sin poder ver su cartel en las taquillas de nuestros cines favoritos. La distribución, ese maldito problema. Aquel público fiel a este perfil de Horizontes Latinos del Zinemaldi, con militancia impermeable y capaz de aguantar unos ritmos poco amables, esta puede ser su apuesta de pequeño tamaño pero increiblemente grande en el aspecto humano. Y es que si algo derrochará Porfirio es eso mismo, humanidad, voz y nombre propio. Una continua ducha de estímulos, denuncia social y tropezones de realidad apta para los que quieren cambiar el estado de las cosas. Pero posiblemente muy a mi pesar quedándose en estado líquido.
Me preocupan los ritmos pero si a cambio hay vanguardia le estaré agradecido a, apúntenlo, Alejandro Landes.