Cristian Mungiu asombró a propios y extraños en 2007 con 4 meses, 3 semanas y 2 días, una película dura, seca, áspera y fría con la que se dio a conocer al mundo, y de qué manera, con una Palma de Oro de Cannes. Él era la punta del iceberg de una nueva ola de cine rumano de la que ya he tenido ocasión de hablar aquí, con ejemplos como La muerte del señor Lazarescu, California dreaming o, ahora mismo en cartelera, Si quiero silbar, silbo.
Tras la anterior película, presentó, con menos éxito de crítica al menos, un cambio de tono radical con Cuentos de la edad de oro, en un mano a mano con Hanno Höffer y Constantin Popescu.
Esta película que vuelve a presentar al mundo en una nueva sección oficial del Festival de Cine de Cannes parece una vuelta a su cine, a sus temas, a su tono, tras el anterior divertimento o scherzo. Una vez más, cine en el que el centro de atención está centrado por mujeres, en este caso antagónicas, como ya utilizó este recurso en su película 4 meses, 3 semanas y 2 días. En este caso, destaca el hecho de que la película estará protagonizado por actrices absolutamente noveles, aunque con la manera en que Mungiu rueda, con esa frialdad quirúrgica, y una puesta en escena y dirección de actores muy debida a su cámara.
Una oportunidad de volver a ver un cine incómodo pero que se hace sitio junto a nosotros en la butaca sin apenas darnos cuenta. Llega Mungiu...respect!