La eterna disputa sobre el film, con carta de presentación atractiva por lo morboso, es la caída del mito de los rudos vaqueros americanos, tanto los del salvaje oeste como los de los actuales tiempos. Este favor de taquilla, con el director como bandera, hacen atractiva la consecución de una película de problemática gay que se translada a un mundo más hostil, menos compasivo, para no caer en el aburrimiento de otra historia de amor dramático e imposible.
La dirección será de sobra bien redondeada por un tipo que sabe lo que lleva entre manos, pero lo más importante, las actuaciones masculinas de momento tan laureadas que deben llevar el peso de la tensión pasional y sexual como principio para soportar el morbo de su amor. Si es verdad que los pequeños matices de dos hombres no afeminados caen en una actuación sutil pero firme, gozosa pero sin aspavientos, será posible acercarnos a lo que puede ser un fiel reflejo de la situación angustiosa del mundo homosexual sin hacer de él un circo que no se merece.