La idea es muy buena. Me encanta ver cine de bajo presupuesto, que se ve limitado y que tiene que ingeniárselas. En éste caso el bajo presupuesto lleva a los realizadores de ésta película a plantearse la idea de rodarla toda en la casa del protagonista. Ésta unidad de lugar es muy interesante. Durante toda la película se sucederán los personajes que se acercan a la casa, y la historia avanzará guiada por ellos y por una radio que se escucha sólo cuando hace falta (la tele no funciona para no gastar dinero haciendo que se vean imágenes apocalípticas).
El problema es que la historia está muy mal construida y se alargan los tiempos tratando de convertir lo que es un argumento para un corto en algo de 100 minutos. Por eso el público se arranca los pelos mientras ve cuánto tarda el protagonista en decidir darle un cuarto a su mujer, o cuánto tarda en dejar que se de una ducha. Por eso la visita del niño a la casa, la de los policías o la del amigo resultan, a ratos, muy artificiales: teatro de marionetas total (como diría Sherlock).
Para entonces, la mayoría del público, ya está fuera de la película. Ya no importa lo que pase porque es una engañufla. Quizá el espectador vuelva a entrar hacia el final, cuando llegan los policías para desinfectar la casa. Entonces descubrimos que la película no sólo tenía el problema de no saber cómo durar 100 minutos o cómo utilizar ciertos mecanismos de forma adecuada... sino que tampoco sabe cómo terminar. Así que se opta por la opción más fácil: se le da al espectador un giro de guión de 540 grados y al final, el chico que no tiene sintomas, resulta ser el más afectado. ¿¿?????
En fin, irritante para el espectador más experimentado y aburrida para el resto. Muy fallida.