Crítica de la película Los cronocrímenes por Iñaki Ortiz

Ritmo y precisión


4/5
04/07/2008

Crítica de Los cronocrímenes
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Una de las mejores cosas que se pueden decir de una película de viajes en el tiempo, es que funciona como un reloj, y esta, desde luego, lo hace. Es un reloj barato pero muy preciso. Y me refiero, en parte, a toda la complejidad de las paradojas, pero también a la estructura y el tempo, absolutamente milimétricos. Nacho Vigalondo consigue con sus juegos de doble paradoja ir más allá del propio mecanismo y conseguir resultados dramáticos inmejorables. Un ejemplo es la escena en la que, bajo sus vendas, el protagonista obliga a la chica a quitarse la camiseta y a juguetear misteriosamente mientras él vigila por los prismáticos. Se puede decir que está confeccionando un espectáculo a medida para sí mismo, para su otro yo, pero con unas intenciones mucho más funcionales. Todo un derroche de imaginación.

Y quiero destacar la imaginación, porque si bien la base responde con absoluta fidelidad al subgénero sin salirse del camino marcado, los resultados que se consiguen suponen todo un alarde de originalidad. Nadie retendrá en la memoria mucho tiempo las peripecias de Héctor 2, pero sí al tipo del abrigo y las vendas rosas. Vigalondo sabe ir más allá del juego de paradojas y construir escenas con un dominio del ritmo que ya quisieran para sí muchos en el cine español.

Se apoya en una buena realización que potencia la energía visual a pesar de su notable falta de presupuesto. En estos dos sentidos Vigalondo demuestra ser completamente capaz, es una pena que se haya lanzado también a la interpretación. Este es, sin dudarlo, el peor punto de la película. Mientras el resto del reparto funciona (Karra Elejalde tiene una gran presencia, Bárbara Goenaga funciona de maravilla), Vigalondo resulta alarmantemente poco creíble y estropea la mayoría de los momentos en los que interviene. Esto, junto con el bajo presupuesto y un cierto conformismo en el formato, son los puntos débiles de una película que podría haber sido excelente. Además, algunos diálogos y la aceleración de algunas situaciones (como la extremada clarividencia del protagonista) se han forzado demasiado. Aún así, resulta de lo más prometedor el estreno de este cineasta.

Además de las capacidades dramáticas, Vigalondo demuestra mucha inteligencia. Está claro que esto no es Primer, ni tiene su tono ni la décima parte de su complejidad, ni quiere tenerla. Los cronocrímenes está perfectamente calculada para ser comprendida en un solo visionado, incluso al comienzo está demasiado explicada, sin confiar demasiado en la experiencia del espectador.

Existe una particularidad en la elección del tipo de paradoja que la convierte en un hueso duro de roer para el guionista. El planteamiento es inmovilista, una sola realidad es la que vemos en las tres ocasiones. No se trata de una de esas películas  en la que primero se nos muestra una realidad y después su cambio (ejemplo básico sería Regreso al Futuro). Aquí Vigalondo lo plantea como una sola realidad en la que, desde el principio -si cabe esta expresión-, existen los tres Héctor. Esto vuelve mucho más complicado hacer avanzar la trama en el sentido narrativo. Como muestra el ejemplo de la muerte de su mujer, que después tiene que evitar. Con el esquema que se autoimpone Vigalondo no puede primero matar a su mujer y después a la joven, debe ser la misma muerte en ambas ocasiones y esto le obliga a engañar al espectador en la primera ocasión. Lo consigue admirablemente. Es por ello que, más allá de paradojas, lo que estamos viendo es un mismo suceso, exactamente el mismo -quiero recalcar este punto, que es exactamente el mismo, porque es la clave diferenciadora con la mayoría de películas de este tipo-, contado de tres puntos de vista diferente, aportando cada uno de ellos una gran información extra. Ya podrían aprender los perpetradores de En el punto de mira, esto sí es aportar información nueva sobre un mismo suceso.

También quiero señalar como la motivación está sustentada sobre un gran castillo de naipes. Todo lo que empuja al protagonista proviene de la necesidad de imitar una realidad que nace de la nada. El tipo de idea efecto-causa. Habitualmente suele haber un detonador inicial el que inicia el caos en este tipo de historias. Aquí no lo hay, el caos se desencadena precisamente a partir de sí mismo, no hay desencadenante. Una idea que puede parecer común pero yo considero muy original.

En definitiva, una narración milimétrica e inteligente, con algunas carencias que la desmerecen, pero que bien podría haberse ganado mis cinco estrellas. Una película que hace pensar más al guionista que al espectador.



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