No es capricho que esta película de nombre extensísimo y coproducción extensísima (Bulgaria, Alemania, Eslovenia, Hungría) esté en la mente de las buenas notas de la cartelera. La novela de Llija Trojanow trata de meterse de lleno en la vida, las cosas importantes, o al menos las suyas, que pueden ser las de muchos y juntar en la pantalla a un abuelo y a un nieto entorno a este concepto siempre es atrayente para un espectador que busca algo más que entretenimiento.
Estoy muy seguro de esperar una potencia actoral, base de la relación con el público y única manera de entrar de lleno en las mentes de los expectantes y codiciosos espectadores, en lo que suele ser un cine de aquellas tierras y países, un coro de cierto humor y rarezas a costa de frases ciertas y como venidas de tiempos inmemoriales. La zona balcánica y aledaños tiene esa personalidad hipnotizante, ese poder de grandeza y sabiduría que sabe transmitir en sus cine lejos del occidente resabiado, y esto apetece.
Miki Manojlovic (Cirkus Columbia), grande y frecuente como actor en esa zona, que ha trabajado con Kusturica (Prométeme), Paskaljevic (Honeymoons) o Tanovic (El infierno) entre otros, tendrá el peso absoluto, el backgammon y los tiempos pasados la otra parte de una historia tranquila y aparentemente inofensiva pero no por ello menos útil para alentar nuestros minutos en la sala.
Si encima, consigues un mínimo de calidad de fotografía y una cámara que no entorpezca pues tienes lo mitad hecho. Estas películas suelen pasarse solas, como si no pasara el tiempo, con escenas que puedan parecer tontas pero necesarias, crecen naturalmente y desde la historia más sencilla y no sabes porqué pero te acaban llenando. Su mensaje, su filosofía y consejo, son la clave, y acaban por apoderarse de ti quieras o no. Muy recomendable.