Tras casi ocho años de silencio, con la excepción del rodaje de una historia para Películas para no dormir: Adivina quién soy, vuelve Enrique Urbizu, el director de La caja 507 y de La vida mancha. Dos de los mejores, sobre todo el primero, thrillers que se han hecho en España en la última década.
El éxito no creo que haya que dárselo sólo a Urbizu, porque hay otros dos vértices de este triángulo de éxito. El más conocido es la transformación de José Coronado, dejando atrás papeles de galán más insulso, nos descubrió que sabía ser oscuro como el más oscuro, duro, implacable, de esas presencias que rasgan el celuloide.
El último vértice es Michel Gaztambide, guionista y colaborador estrecho de Urbizu en las dos películas anteriormente mencionadas. Destaca de La caja 507 un guión milimétrico en el que un tema tan patrio como la corrupción urbanística se transformaba en una historia asfixiante y absolutamente verosímil.
Con estos mimbres hay que tener como referencia directa La caja 507 y esperar una grandísima interpretación de José Coronado, un guión muy bien trabajado y una dirección con ritmo, de esos comentarios de "no parece española, parece americana", y una atmósfera en la que el celuloide se te queda pegado en la piel, porque el cine mancha.
La película pasó por la sección oficial del Zinemaldi sin dejar impronta alguna en el palmarés.