Un Rocky en fútbol americano. Definición sencilla. Pero hay más. Basada en hechos reales. Basada en un personaje real. Y, para colmo, auspiciada por la Disney. ¿Podría ser peor? ¡Difícilmente!
La verdad es que lo que ofrece esta película tiene una pinta horrible. No va a ser el clásico truño del que uno sabe perfectamente que puede echarse unas risas con los colegas si es que adivina a ver la pantalla a través del humo; pero ésta no, esta es de las que tendrá una factura técnica notable, todo muy bien trabajado... para contar el mismo coñazo de siempre. Casi prefiero esas entrañables bazofias a las que uno premia con una solitaria y bien orgullosa estrella que estas patochadas repetitivas de dos estrellas.
Al frente del invento, Mark Wahlberg. Sé que ante alguno de mis compañeros me he erigido en una suerte de defensor del futuro de este muchacho. No es que tenga un inmenso talento interpretativo, pero pienso seriamente que con un buen director y papeles adecuados puede dar mucho más de lo que la mayoría cree. La prueba reciente de Infiltrados es evidente (no menos evidente es que tenía a un maestro de la dirección de actores como Scorsese detrás), pero igualmente válido es el ejemplo de Boogie nights, donde estaba más que bien aguantando el tirón de un reparto coral realmente brillante.
Pero Wahlberg tiene un problema: le molan las películas malas, del estilo Antena 3 en horario de relleno. Le molan esas peliculillas de cuatro hermanos negros vengándose de un chino que mató al hermanito pequeño. Le molan las historias chungas de un pringado de barrio que rapea en el tiempo libre y que consigue llegar a ser un deportista profesional mediático y galáctico que vende camisetas y saca un disco de hip hop bien rumbero. Y le pierden, le pirran los guiones donde cada siete páginas pone: "el prota aprieta los dientes y pone cara de malote". Eso es superior a sus fuerzas. Tiene el gusto en el culo, el chaval.
Ojalá su agente, o su publicista, o su madre, me da igual, le lleve por el buen camino y le caigan más personajes como el Dignam de Infiltrados. A ver si la nominación al Óscar (y algún premio por ahí que ya le ha caído) le abre los ojos... y se deja de Invencibles.