Publico esta postcrítica tardía aprovechando que estamos ante una semana con una cartelera más o menos larguita, garantizándome que vuele rápido de nuestra portada cediendo el espacio a las inminentes precríticas semanales. Pero me sentía obligado a dejar por escrito mis impresiones sobre Life aquatic.
Primero, creo, debo empezar pidiendo simbólicas disculpas a Wes Anderson. Y es que, en su momento, intenté ver esta película pero a la de media hora tuve que dejarla. Y prometo que lo intenté con cierta predisposición. No la soportaba. Me parecía tan extravagante como absurda, estúpida y, lo peor de todo, aburrida.
No me preguntéis por qué, he vuelto a darle otra oportunidad, y las sensaciones han sido rotundamente opuestas. Y satisfactorias. Quizá tenga que ver con el estado de ánimo. Intuyo que es algo que ha de tener su importancia a la hora de enfrentarse a Wes Anderson; es un tipo tan raro -así como su cine- que realmente requiere de un determinado y positivo estado de ánimo. Si no, la experiencia puede ser desesperante.
De repente he entendido ese sentido del humor. Esa frialdad inhumana con la que sus personajes afrontan la mayoría de las -absurdas- situaciones de la trama, algo que potencia brutalmente aquellos escasísimos instantes en los que se quitan la coraza y dejan ver sus emociones. He reído abiertamente con Bill Murray enfrentándose a tiros con los piratas más chapuceros que recuerdo haber visto en la pantalla. Con el casco de buzo con música incorporada. Con el maravillosísimo personaje de Willem Dafoe. Con algunos gags simplemente diferentes e hilarantes ("¿el motivo científico para matar al animal?"; "...la venganza").
Bill Murray está perfecto en su papel. Una vez más, es Bill Murray. Sólo él puede hacer esto. Por una vez no he odiado a Owen Wilson, aunque sigue sin ser un tipo que me convenza. Y el grupúsculo de secundarios es, además de variopinto, riquísimo: la segura e imponente Anjelica Houston, ese amanerado Jeff Goldblum, el esporádico pero impagable Michael Gambon o una Cate Blanchett que transmite toda la fragilidad nerviosa de su personaje de manera exactísima. Es, además, de los pocos personajes que nunca esconden sus emociones, y esto le acerca muchísimo al espectador.
Visualmente me encanta el look que consigue Anderson; desde sus habituales barridos de cámara, veloces y certeros, hasta sus arrogantes colores, pasando por esas criaturas marinas tan artificiales como deliciosas, que encuentran su colofón en la hermosa secuencia final, con el comentadísimo tiburón jaguar.
Por el camino pasa absolutamente de todo, incluida la muerte del personaje de Wilson, filmada de una manera tan diferente y sorprendente como eficaz. Es, ante todo, algo nuevo, una manera tan distinta de explicar lo que ocurre a través de las imágenes que puedo entender que, a más de uno, le descoloque.
A mí, finalmente, aunque sea en una segunda oportunidad, Anderson me ha conquistado. Ya me gustó Los Tenenbaums, si bien no me entusiasmó. Pero Life aquatic va más allá; es más libre, tiene más vuelo, y su irreverente cachondeo queda en la memoria.