El reclamo es Russell Crowe, y más allá: es el absoluto interés de la película. Sinceramente, me la trae flácida lo que cuente la película y eso que sin verla me la sé de memoria, vamos, que es una película de Ron Howard y este tío lo más parecido a una sorpresa que ha visto en su vida en una peli suya es lo feo que era el prota de Willow y el susto que pegaba la primera vez que salía. (Me refiero al enano, no a Val Kilmer, claro, que si no, más de una fémina me saltará a la yugular ofendidísima...) Aún así reconozco que hay y habrá películas de historia y desarrollo más que conocidos y resabidos pero que, astutamente, saben localizar y focalizar el interés en otros aspectos.
Pero claro, hablamos, entonces, de astucia. Y eso con Ron Howard no cuadra, es como pretender que Willem Dafoe haga de 007. En definitiva, que buscando y rebuscando puntos de interés, el pesado de Russell Crowe aparece en todas partes donde mire, levantando el brazo gritando: ¡yo, yo, yo, yo me la sé andereño!
Y es que Howard me tiene hartito. El tipo no es un inútil, precisamente, tiene cierto sentido del ritmo y narra al estilo clásico, o para entendernos, como toda la puta vida se ha narrado en el cine. Sencillo, pausado, y cientos de adjetivos con los que normalmente nos ponemos cachondos en las pelis de otros (sin ir más lejos, Clint Eastwood). Pero es que las películas de Howard son una fotocopia, el muy cargante ha metido el manual del sueño americano en la fotocopiadora y le ha dado a hacer mil copias en la modalidad "variaciones-ficción". Que si Una mente maravillosa, que si Cinderella Man... Para colmo, cuando se ha soltado y ha pretendido sorprender con otros estilos, probar con otros géneros (y no hablo sólo del Grinch) se ha metido tal hostia que ha tenido que volver a lo suyo con el rabo entre las piernas. Zapatero a tus zapatos y Van Damme a tus patadas. La vida no cambia.
Y repito, el tipo no es un inútil. Sus peliculillas tan moralmente americanas están bien hechas, técnicamente ni un reproche, y ha sabido sacar lo mejor de Russell Crowe (aunque adivino que ese individuo saca lo mejor de sí mismo él solito... y el que ose acercarse peligra, peligra...), al César lo que es del César. Pero marcado y (evidentemente) dirigido por sus superiores -Howard es un artesano: ¿yo te contrato y tú haces esta peli, de acuerdo, Ron?-, el director de Apollo XIII nunca podrá pasar, al menos en una de mis puntuaciones, de las tres estrellas. Y es que tres estrellas, muy completas, eso sí, mereció precisamente ese Apollo XIII, por ejemplo, y las mismas tres estrellas (más dubitativas) le suelto ahora a Cinderella Man. Y por supuesto, esto no impide que, cuando la lía, bajar sí que puede bajar: a 2, o incluso a 1 estrella. Que por poder, es muy capaz.
En definitiva, una película que te trasmite muy poquitas ganas de levantar el culo y moverlo a la butaca. Si consigo motivarme yo solo (soy todo un Russell Crowe), ya os contaré cómo ha marchado el asunto.