Incomprensiblemente y tras tres años desde su producción, en
el 2013 hemos sido testigos del estreno en nuestras pantallas del primer
trabajo de Derek Cianfrance, Blue
Valentine. Un drama independiente
estadounidense, que deja que el romanticismo respire y no ahogue al espectador,
que pudo verse en el Festival de Sundance y obtuvo nominaciones a los Globos de
oro para sus dos protagonistas.
Ahora, con lo habitual de demora, se estrena el segundo
trabajo de Cianfrance, otro drama pero con un corte más agresivo acercándose al
thriller. Sin embargo, su estructura argumental no deja de producirme una
temerosa sensación que siempre antecede a las historias que entremezclan y
cruzan sus diferentes subtramas. Tras muchos ejemplos de películas corales,
siempre queda la sensación de si las conexiones entre las tramas requieren
demasiada casualidad y una cierta tolerancia por parte del espectador.
Repite con Ryan
Gosling (Drive), a quien los años le están tratando muy bien, con esa mirada
profunda y sobria. Comparte reparto con Bradley Cooper (Resacón en Las Vegas) y
Eva Mendes (The Spirit).
Interesante propuesta sin duda, pero que inevitablemente será comparada con
Crash o Magnolia, y ese será un difícil escollo que superar.