Crítica de la película Bosque de sombras por Romulo

Quizá la temática general y el punto de partida de Bosque de sombras es algo que ya conocemos, que ya hemos visto muchas veces, e incluso en el propio desarrollo de la película muchas claves y estrategias concretas nos suenan. Algún compañero citaba Deliverance. Por ejemplo, sí. O Perros de paja, también, con esa escena de la violación mientras el marido de ella espera con cara de tonto, sentado en medio del bosque. Calcadito.

Esto es normal, hay que reconocerlo, en obras primerizas. Salvo contadísimas excepciones, en casi todas las óperas primas es fácil detectar y subrayar influencias y momentos prestados, con o sin disfraz. No por eso deja de ser un punto criticable, y así lo remarco, pero Bosque de sombras, siendo una primera obra, sabe crecer sobre estos lugares comunes para encontrar un ritmo propio y contar una historia, la suya.

Por terminar con el apartado de resbalones, quizás se puedan señalar varios en el guión, esto es innegable. Los motivos por los que el personaje de Paddy Considine sale de la casa cuando Gary Oldman ya está perdido en el bosque con los lugareños se pueden resumir en uno, bien claro: El guión necesita de Paddy fuera de allí para que lleguen los otros a violar a su mujer. Punto. Las razones que esgrimen en escena son burdas, y únicamente se podrían justificar arguyendo que el tío es tonto. Pues vale. Quizás.

Sí, quizás haya algún que otro desliz similar, y ver la película en versión doblada tampoco ayuda a disfrutar de las actuaciones. Aquí Koldo Serra irá afinando con el tiempo pero, de momento, Aitana Sánchez-Gijón -que es una profesional como la copa de un pino- se le ha escapado en alguna que otra escena y con Virginie Ledoyen no ha conseguido que quite el automático. O al menos esa es la impresión que da. Por lo demás, Oldman y Considine están perfectos. El gran Gary derrocha personalidad, fuerza, presencia.

Pero en el resto de sus responsabilidades Serra está perfecto, irreprochable. Me he sorprendido a mí mismo interesadísimo e involucradísimo en la película desde el comienzo hasta el desenlace. El ritmo es constante, acertado, acompasado y a la vez tenso, con un puntito viciado. Bien viciado. No hay ni un descanso en el bosque.

Serra acompaña este ritmo con un exquisito gusto por el encuadre, por el preciosismo formal, que se agradece y mucho. No es fácil narrar una historia que no sale apenas de entre árboles y maleza y, sin embargo, el realizador vasco sabe cuidar con mimo el aspecto formal, potenciando no sólo la belleza de algunos encuadres sino también el poderío y fuerza con las que acaba por dotar a algunas secuencias: La muerte de la que parecía la "estrella" de la película o el desenlace bajo la lluvia son dos claros ejemplos.

Antes de terminar, quiero dejar claro que no entiendo el por qué de tanta crítica obtusa ante esta película. Ojalá el cine español se decantase por trabajos de este tipo, y no por Cheucatowns ni por atascos en la Nacional. Esto último es simple basura, morralla, me produce una profunda vomitera y picajosos sarpullidos. La apuesta de Serra es un profundo y fresco aliento, aire futuro para la cinematografía nacional. Veremos en qué se queda, quizás nos ofrezca más y mejor, quizás nos decepcione; pero al menos en él podemos poner todas nuestras esperanzas.