Crítica de la película Teeth por Keichi

Sabías a lo que venías


3/5
10/11/2007

Crítica de Teeth
por Keichi



Carátula de la película Lo sabía. Una vez consciente de la premisa de que parte esta película, sabía positivamente que la comedia de Mitchell Lichtenstein tenía fácil ser un film divertido pero que no conseguiría pasar de eso. ¿Por qué esperar entonces un drama de una situación tan absurda como la de una jovencita defensora de la castidad que se encuentra con una buena mandíbula en su entrepierna? Pensémoslo con calma. Me viene a la memoria un corto que pude ver hace un par de años en La Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. En el mismo, una chica tenía alojado un turmix en sus partes íntimas (me cuesta utilizar eufemismos). Como bien lamentaba uno de mis compañeros, el corto era -incomprensiblemente- una basura. Pero, al menos, el citado cortometraje intentaba sacar de una idea absurda un contenido serio. Es difícil, pero no imposible. Ese dato y la proyección de esta película en numerosos festivales me hacían prever algo diferente. Desgraciadamente, es lo de siempre, aunque eso no quita para que lo de siempre sea bastante bueno y haya efectivamente un intento de abordar algo diferente, aunque finalmente no funcione.

En primer lugar tenemos que destacar la presencia de Jess Weixler, una joven y hasta entonces desconocida actriz que, pese a su inexperiencia, sabe llevar todo el peso de la película a sus espaldas, llegando incluso a funcionar en la citada vertiente dramática. La suya es una interpretación de altura, que el jurado de la pasada edición del Festival de Sundance supo recompensar con el premio a la mejor interpreté femenina. El resto de actores cumplen como representación de esa sociedad americana tan plagada de estereotipos, tanto los jóvenes (John Hensley, Halle Aplleman) como los veteranos (Josh Pais, Taylor Sheppard). Al proceder el director del mundo de la comedia y teniendo en cuenta sus predecentes como actor, era de esperar que este apartado estuviera cuidado hasta el más mínimo detalle.

El humor de la película funciona en todo momento. No se trata de un humor grueso sino de uno más bien cínico e inteligente. Las camisetas que lleva la protagonista a lo largo de la película o escenas como la del libro de texto censurado son un par de buenos ejemplos. Tiene clase para explicarnos las cosas a través de estos clichés visuales, como el de la central nuclear de fondo (a más de uno le vendrá la palabra Springfield a la mente). Lo cierto es que no era tan sencillo como parece no derivar en una comedia de humor adolescente, de ese que tanto parece triunfar últimamente. El humor burro, que solo hace acto de presencia cuando hay que incluir escenas sangrantes, también es efectivo. Lo lógico era pensar que el director nos iba a ahorrar los planos más desagradables, pero lo curioso es que, lejos de evitar fijar la vista en los miembros seccionados, se recrea en ellos. Impagable la penúltima decapitación viril, en la que el plano fijo de las piernas de la protagonista deja caer al suelo lo que queda de la masculinidad de su hermano, antes de que acabe en la boca del perro.

Cuando pasamos al otro plano de la película, poseedora de esa aura de cine independiente que seguramente la ha permitido apuntarse al carro del festival creado por Robert Redford, la propuesta no termina de convencer. A las relaciones familiares, plagadas de simbolismo, se trata de agregar una segunda visión terriblemente dramática, que llega a su culminación con la muerte de la madre de nuestra sufrida y casta estudiante. No se puede presentar al hermano como un macarra gracioso y que el público enfatice con él (desde luego, bastante más que con la protagonista) para luego convertirlo en un autentico desalmado de golpe y porrazo. A esa construcción seria obedece también el propio desarrollo de la película, que a partir de la muerte del primer pretendiente a desvirgar la peligrosa flor de Dawn, empieza a avanzar por otros derroteros. Cuando uno se centra en situaciones cómicas como la del ginecólogo -una gran escena- no hay problema en permitirle a la historia una serie de licencias, pero cuando tratamos las relaciones que orbitan en torno a la protagonista de forma seria, estos excesos chirrían demasiado. De ahí la decisión final del film. Es un desenlace consecuente con todo lo visto anteriormente.

Es una lástima que la película de Mitchell Lichtenstein no consiga sobrepasar su estatus de mera caricatura. Demuestra maneras y no echa por tierra una premisa estupenda que se ha rozado muchas veces en el cine pero nunca explotado hasta tal punto. Gracias a sus planos explícitos y a su humor negro, el film se mete rápidamente al espectador en el bolsillo, pero en cuanto intenta coquetear con el drama no hay quién se involucre emocionalmente en el problema de la vagina dentata. Por eso mismo, Teeth no deja de ser una pequeña gamberrada de un director que quiso lograr con su película un discurso algo más elaborado que la ética del mordisco. De este modo deben de haberlo entendido aquellos que la han seleccionado para los numerosos certámenes en que se ha proyectado. A todas luces, su experimento aprieta los dientes con fuerza, pero no arranca toda la carne que debiera.




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Teeth en festivales: Festival de Berlín 2007 , Festival de Sundance 2007 , Festival de Sitges 2007 , Semana de terror 2007




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