Martin Scorsese se ha internado con esta película en los resbaladizos terrenos del thriller
psicológico más gastado. Ante todo, y como peor defecto de la película, el
espectador tiene que aceptar un enorme despropósito exageradamente inverosímil
para poder disfrutar de la película. Me refiero al atrevidísimo tratamiento de
choque que llevan a cabo los psiquiatras, que implica poner en peligro a toda la isla, pacientes y personal, con uno de los presos más peligrosos campando a sus anchas por la isla. El
truco que da sentido a la película no se sostiene ante el más débil de los
análisis, pero a cambio de pasar por el aro y aceptarlo, se nos regala una intensa y gratificante película repleta de detalles. En definitiva, mis
temores se confirman y el novelista Dennis
Lehane vuelve por los derroteros de Mystic
River, y en lugar de romperse la cabeza y buscar una solución convincente a sus complicados problemas de
guión, se conforma con que pasemos por alto su torpeza a cambio de sus otras
muestras de talento dramático. No culparé a quien no lo acepte.
En cuanto a la verdadera identidad del protagonista, creo
que a nadie que haya visto unos cuantos thrillers psicológicos se le habrá
escapado desde casi el comienzo quién era y en condición de qué se encontraba en la
isla. Por un lado, esta previsibilidad nos recuerda que nos enfrentamos a un guión algo
trillado, que ya hemos visto este mismo desarrollo docenas de veces, pero por
otro lado, es un alivio que el final no se nos muestre como una sorpresa engañosa,
pues hay suficientes pistas, y mensajes claros en la película que demuestran
honradez y que quieren centrarnos más en la inmersión psicológica que en la
intriga. En este sentido, podemos observar muchos detalles que enriquecen la trama, y que ya podemos disfrutar en el primer visionado si hemos escuchado bien las pistas.
En la representación psicológica se luce el cineasta con una
brillante creatividad a la hora de mostrarnos la tormenta interior del
personaje. Aunque quizá el mayor valor se encuentre en la densísima atmósfera
con esa banda sonora que golpea al estómago, ese montaje abrupto que rompe las
normas formales para crear una sensación de inquietud, la fotografía siempre
artificial y expresiva de Robert
Richardson. La película consigue un verdadero nivel de expresión
audiovisual, complementaria a la narración (o incluso independiente), en la
línea de Pozos de ambición. Hay
elementos Hitchcock, en la temática y en el contexto, también en cierto regusto
retro, pero yo percibo mucho más peso de Kubrick, y en especial de El resplandor, en la forma.
Es una lástima que si en aquel entonces Kubrick recurrió al
material más nuevo, el universo personal de Stephen King (ahora ya también
gastado), Scorsese haya volcado todo su talento en un material menos rico,
nada novedoso, al contrario, muy trillado. De no ser por esto, podríamos haber
disfrutado de una película redonda, de una gran intensidad audiovisual y con un
repartazo, donde todos los actores sin excepción, desde Leonardo DiCaprio hasta
Jackie Earle Haley, realizan un trabajo impecable. Mala elección, brillante
ejecución.