Desde la tierra de los Balcanes ya hace tiempo que no recibimos malas noticias. El sufrimiento de la guerra, las muertes injustificadas, el terror y el miedo estan siendo sustituidos por las producciones cinematográficas. Y estas a su vez son bien recibidas y agradecidas por ese público más comprometido de lo normal con las causas sociales. El secreto de Esma, una de las recientes aportaciones en este sentido aunque llegada de Bosnia puede servirnos como ejemplo, casilla de salida o comparativa.
Puede parecernos a priori un cine difícil si lo vemos en versión original ya que las conversaciones son fluidas, excesivamente rápidas como en el caso iraní y muy expresivas. Si ese es tu caso, la versión doblada te ayudará. Si no es tal, bienvenida sea la autenticidad, el film virgen. A destacar sin duda el nombre propio de su director, el croata Rajko Grlic, que les sonará a algunos de Karaula, aquella que compitió en Sección Oficial del Zinemaldi de San Sebastián. Un film muy expresivo y con carga política en su mochila. Por ello, para quien le guste seguir las trayectorias, la ocasión se nos presenta. Grlic se escribe en mayúsculas en Croacia.
Y ahora, de afuera hacia dentro. La cinta en cuestión no será tan desgarradora e insaciable como otras, quizás camine sobre un terreno más seguro, acolchado, seguro, fácil, cómodo. Más comercial, entiéndanme bien, a su manera. Probablemente no tan apropiada para los más activistas y comprometidos. Aunque cuando la palomita avisa y se quiere evitar, el cine croata puede ser la alternativa en defensa de tus postulados cinematográficos. La sagrada familia se sirve en bandeja. Lo dicho, solo por defender lo tuyo merecerá su visionado.