Recursos fáciles y escritura complaciente. Sin duda eso es lo que hereda esta película de una novela que, lógicamente, se ha vendido de maravilla. Lo que vemos es, la historia de una expiación, lástima que Khaled Hosseini, el novelista, no haya estado tan a la altura de las circunstancias como lo estuvo Ian McEwan y no haya sido capaz de plasmar su propia expiación con toda sinceridad. Eso habría sido un gesto de modernidad y elegancia. Compensaría esa inmensa ingenuidad infantil que mueve muchos momentos del film.
El ejemplo más doliente lo encontramos en la escena en la que el protagonista es descubierto y recibe la paliza. ¿Es necesario que la expiación se produzca exactamente en los mismos términos? No se puede entender como algo más conceptual, menos rígido, sin tener que recurrir a la fábula y al círculo perfecto. Aunque, sin duda, lo peor es la huída gloriosa, tirachinas mediante, que sobraría hasta en la redacción de un colegial.
Este tipo de puntos incomprensiblemente infantiles se repiten en varias ocasiones y contrasta terriblemente con algunos de los momentos más duros que se han visto en nuestros cines. La escena de la lapidación es simplemente sobrecogedora. Apenas sangrienta ni visualmente desagradable pero orquestada de un modo escalofriante. El partido de fútbol, el coche entrando, el contraste entre la relativa tecnología de los megáfonos y el coche con una práctica que ya resultaba salvaje hace 2000 años.
Todo el pasaje del regreso a Afganistán, salvando la estúpida escena ya comentada, eleva a la película desde una entretenida historia facilona de niños que crecen y recuerdan, a un descarnado fresco de una terrible situación asquerosamente realista. El miedo que se puede oler en el ambiente de esos terrenos talados, reserva un espacio en la memoria para esta película.
Por lo demás, como digo, recursos sencillos en muchos momentos, fórmulas conocidas, sabemos que a Hasan terminará atrapado por esa pandilla estereotípica, conocemos el recurso del falso robo, conocemos las peripecias de las huidas. Eso no evita que la película sea entretenida y amable en su tramo inicial. Hay un buen trabajo de actores en general, y en concreto, el personaje del padre rebosa carisma, en gran parte por la presencia y el buen trabajo de Homayoun Ershadi. El protagonista adulto está suavemente interpretado por Khalid Abadía.
Marc Forster y David Benioff creo que se limitan a no estropear el material, aunque desgraciadamente tampoco creo que lo mejoran demasiado, saben enfatizar muy bien los puntos fuertes pero les falta subsanar los defectos. Como siempre, abogo por la adaptación libre.