Sandrine Bonnaire es una actriz que no es demasiado conocida por los jóvenes, y algo recordada por los más mayores. Francesa, dirigida por Claude Chabrol, Jacques Rivette, Brian de Palma o Bertrand Travernier entre otros claro, decide tirar para adelante con una empresa que llega a las carteleras con el empuje de un documental, interesante pero sin salas. Su hermana, Sabine, con brotes autistas, recae enormemente tras una larga estancia en un hospital para enfermos mentales. Este deterioro es el acicate para denunciar de manera poético y cariñosa la situación de tantos y tantos enfermos similares que se enfrentan al fracaso de la medicina en este hámbito.
Probablemente más nostálgico que poderosamente crítico al centrarse únicamente en la figura de su hermana, puede que simplemente se quede en una bonita despedida, de la persona que fue su hermana, para golpear en las conciencias menos ingratas del sistema que puedan llegar a pensar un poco sobre las circunstancias.
Apoyada en metraje casero y el nuevo del propio del documental, será una curiosidad poco talentosa, más cálida y tierna que cinematográficamente grata. Aún así, esto no puede hacer perder el espíritu carismático de una producción que seguro nos enternece y hasta abre los ojos sobre una realidad cruenta.