Como
era de esperar, Shane
Black,
el especialista en chapa y pintura para el cine de acción más
comercial, ha conseguido la entrega más coñera y divertida de la
saga de Iron Man. Para empezar, dejando su firma bien clara con unos
cuantos gags y giros que bromean sobre los clichés del propio género
-ese género al que él mismo ha contribuido notablemente- y
desmitifican cada tópico rancio. El cinismo hacia el patriotismo
barato (Iron Patriot), la parodia de las bravuconerías del héroe
para escapar de sus ataduras (cómo no recordar a Bruce Willis en El
último boy Scout,
guión de Black), las acrobacias fallidas, las réplicas
inesperadas...
Por
otro lado, ofrece una mirada política bastante sana y nada
simplista, sobre la figura del enemigo público, el terrorismo, los
intereses. Un planteamiento que se aleja de panfletos nacionalistas y
promilitaristas que podemos encontrar en la mayoría de los
blockbusters de este tipo, véase Transformers,
por poner un ejemplo entre muchos. En esta cuestión, y en la
autoparodia antes mencionada, es clave el delirante personaje de El
Mandarín.
Con ese grandísimo intérprete tan venido a menos que es Ben
Kingsley,
tan capaz de causar terror como carcajadas. Con acciones tan
aparentemente inocentes y al mismo tiempo tan certeras y subversivas como la señal pirata interrumpiendo la teletienda
navideña. Digno del mejor Verhoeven.
También
funciona muy bien el personaje de Guy
Pearce,
que uno no sabe si da más grima de feúcho o de guaperas, y que
tiene un ego comparable al del héroe. Como los buenos villanos, no
duda en matar a su propia gente. Por otro lado, su número dos, Jame
Badge Dale tiene una presencia violenta impecable. Es raro, pero aquí es el siempre crecido Robert
Downey Jr. el que no termina de estar afinado, con unos momentos de
sobreactuación a cuenta de la angustia del personaje que resultan
bastante sonrojantes. ¿Quién ha permitido que esas tomas falsas se
cuelen en el montaje final? No lo sé. Por otra parte, ese conflicto
del héroe está tratado de manera muy gruesa y no ayuda demasiado a
la película. Como tampoco ayuda la concesión al público infantil
con el excesivo personaje del chaval. La película llega
innecesariamente a las dos horas y ahí tenía bastante material
susceptible de ser amputado.
La
acción no falta en la película, obviamente, pero está
suficientemente dosificada, repartida y en forma de surtido variado,
que nunca aburre. Consigue momentos de impacto visual y toda la
contundencia que merece el hombre de hierro.
En
definitiva, una película divertida que funciona muy bien en el
chiste corto, que maneja algunas sátiras con una carga bastante más
profunda de lo que parece, con acción fresca, pero con un desarrollo
de aventura algo torpe.