Un disco que nunca se presentó en su momento, un artista reconocidísimo y un director-pintor inusual pero triunfador, son los tres miembros de un cuadro que puede atraer a propios y a extraños pero que también hay que decir más claramente está mejor destinado a los amantes de la música, más concretamente a los del rock y mucho más concretamente a los seguidores exacerbados de Lou Reed.
No sé hasta que punto el director Julian Schnabel puede marcar las diferencias en la realización después de los buenos ensayos de documental con grupos musicales de los últimos tiempos, pero también hay que mencionar que siempre hace de sus proyectos algo muy suyo y especial. Basquiat, La escafandra y la mariposa o Antes que anochezca ya dan muestras del tipo de director que intenta ser, más artista que cinematógrafo. Puede que en esta historia esté en la misma línea, según dice él mismo se trata de un híbrido en el que seguramente habrá remezclado grabaciones sin grúas ni nada, al estilo sencillo.
Algo me dice que lo más probable es que sea una vuelta de tuerca más en el mundo de las películas documentales musicales, donde además de disfrutar de un autor podremos disfrutar de un sentimiento, en este caso especialmente relacionado con el pasado de un disco concreto, y de la visión de admirador y además visionario de un hombre de la cultura que al menos a demostrado que no defrauda en este del cine, y que siempre tiene algo original que vender.