Me esperaba pasión e intensidad, y no la ha habido. Por lo que a mí respecta, decepción casi absoluta con el nuevo trabajo de Pedro Almodóvar.
La primera media hora de la película es absolutamente anodina, y eso que arranca con un espectacular primer plano del ojo de Lluis Homar, para, a continuación, brindarnos una escena surrealista con Kira Miró. Luego nos reímos por la capacidad de Garci para desnudar a actrices. Una escena forzada para recoger la reacción del personaje de Blanca Portillo: no me gusta que te líes con cualquiera, te quiero para ti. El trasfondo de pasión ciega de cualquier personaje almodovariano. Es el comienzo de una trama absolutamente predecible.
Ya le sucedía a Almodóvar con el secreto de Volver, donde parece que dudando de su capacidad de ser implícito, lo hacía tan explícito, que cuando lo revelaba, todo el público lo sabía mucho rato antes. Aquí le sucede lo mismo. Todo el mundo en la sala sabía que Diego es el hijo de Harry y Judit; pero es que en vez de soltarlo todo en la lamentable escena del bar, espera a otra escena, la siguiente, la del desayuno. Así mismo, todo el mundo se puede hacer una idea de en qué consistió la venganza del productor de la película, y que si los encontraron en Canarias fue porque, despechada, Judit los delató.
Almodóvar se ha cansado de repetir que esta película es un homenaje al Cine, cuando lo que es, más bien, es un homenaje a su cine y a sí mismo, incluso a la terrible enfermedad que lo azota, sus migrañas que le han llevado a pasar buena parte de sus últimos meses en total oscuridad. "Aunque sea ciego, hay que terminar la película". No sé, me parece que Woody Allen lo hizo con más gracia en Un final made in Hollywood. Chicas y maletas es Mujeres al borde un ataque de nervios. Nada más. Pero por ahí leí que el monólogo de Carmen Machi se le ocurrió tras recordar el de Deborah Kerr en La noche de la iguana, ¿perdón? Todo el supuesto homenaje al cine empieza y acaba en la escena de Viaggio in Italia y en hacer que Penélope, su musa, se parezca a Audrey Hepburn y a Marilyn Monroe. Había más homenaje al Cine (neorrealista italiano) en Volver.
No llegan los momentos de fuerza. Ni el del accidente de coche, rodado como si de un thriller se tratase; ni los momentos de amor y felicidad de Lena y Mateo en Canarias; ni el momento de las manos de Harry sobre la pantalla; ...; lo siento, ninguno me ha conmovido como el drama y tragedia anunciado que era la película.
En cambio lo que sí funciona es el humor. Almodóvar siempre es Almodóvar, y hace que un personaje que se presenta como Ray X, se explique que el nombre le viene porque tomó mucho éxtasis. Un personaje, por cierto, totalmente desaprovechado. O los momentos de la lectora de labios o la escena con Carmen Machi, que ha dado lugar al cortometraje La concejala antropófaga.
Almodóvar tampoco llega a explotar la idea del making of, lo que hace que desaproveche, como acabo de decir, el personaje de Ray X; incluso se cometen errores de narración. Cuando Harry le está contando toda la historia a Diego (en off), se incluyen momentos en los que no está el propio Harry, como cuando Judit asume que Mateo ha muerto (en la habitación del hotel) y que el que queda es Harry, y que será suyo. Sin sentido. Tampoco funciona la escena en la que entra Penélope y habla a la cámara, ni la posterior de la caída por la escaleras. Frío, muy frío.
Por el camino, además, parece que se ha quedado varias escenas, y la participación de Asier Etxeandia ha desparecido, habrá que esperar al DVD.
Los actores, bien, como en cualquier película de Almodóvar, pero ninguno de bandera. Penélope correcta, muy lejos de esa golosina que era Raimunda. Incluso Alberto Iglesias más apagado de lo que en él es habitual.
Una decepción que se agarra a la butaca con varios momentos de genialidad visual y de guión cómico. Muy poco, aunque suficiente para librarse de la quema.