Coincido plenamente con Sherlock en que el género de las leyendas épicas chinas (en este caso coreanas) y cuya popularidad dio por inaugurada la obra manga de Ang Lee, ha acabado por convertirse en algo repetitivo hasta la saciedad, del mismo modo que le ha pasado al terror japonés, una comparativa nada casual. Sin embargo, hay dos cosas en esta película que la hacen ligeramente diferente de las citadas. La primera es que sea coreana. La segunda, que la dirija una mujer. En efecto, se trata de la primera película de la directora surcoreana Kim Meejeung, que antes había realizado labores de ayudante de cámara en las películas Once upon a time in the battlefield y The King and the Clown -un film tremendamente popular en su país de origen- ambas del director Jun-ik Lee. ¿Mera casualidad que el papel protagonista recaiga en manos de una fémina? En cuanto a sus otras virtudes, de nada sirve insistir, una vez más, en lo mucho que el cine coreano cuida de la imagen, dotándola de una fuerza especialmente hipnótica.
Volviendo al primero de mis argumentos a favor de esta película, el hecho de que la ambientación de la misma se ubique en la corea feudal y no en la edad media china me resulta interesante. Quizás para los neófitos en la materia resulte complicado distinguir ambas localizaciones, pero todos los que disfrutamos a menudo con el cine oriental descubriremos sin duda algún que otro hallazgo visual en su cuidada ambientación. A la hora de buscar un punto de apoyo, podemos encontrar un claro referente en el film, Bichunmoo, de Kim Young-jun, aunque lo cierto es que Shadows in the palace promete incluir en la trama -además de las socorridas escenas de acción coreografiadas típicas de este tipo de producciones- la investigación de un asesinato a cargo de una mujer en plena corte, sede de todo tipo de conspiraciones ocultas en las sombras. Resumiendo, me daré por satisfecho si se trata de una película entretenida y con un carácter propio, sin limitarse a imitar burdamente a sus predecesoras.